viernes, 27 de noviembre de 2015

En pos de una nueva técnica.

HUMANIDAD.
Desvaríos de la eterna búsqueda.

Desde muy pequeño me gustó escribir, y a partir de mis primeras historias acerca de mis viajes al mundo de caricatura y realidades alternas, fue que comenzó toda una jornada por la búsqueda de la técnica perfecta, del estilo definitivo, aquel desenvolvimiento de acciones merecedoras de mí presencia. Decidí aventurarme primero por los mares de la poesía y la hermosura, masticando lenguajes variados que pudiera encontrar en diversos entornos de mi imaginación. Estuvo el cuento, y aunque tuve creaciones bellas, me topé con muchas molestas limitaciones. Al final, fue el ensayo, y por un tiempo, me sentí en casa; podía fragmentar una idea en posibilidades tan vivas y diferentes sin que hubiera límites en lo que pudiera surgir, desde el horror y la divinidad, la elocuencia y la locura, la pureza y la perversión, y la destrucción y el vacío…pero llegó un momento en que no fue suficiente. No me malentiendan, ¡me encanta escribir ensayos!, pero el problema no era ese, sino yo, por lo que escribía. Llegó un momento en que las palabras me parecían las mismas, diálogos cortos y torpes, siempre yendo al mismo punto. Sé por experiencia que todo viene de un punto, y finalmente regresa al mismo, porque humanos nacemos y dioses acabamos, pero quería encontrar otros caminos, y de paso, hallar cual usaría para mí durante la mayoría del tiempo. Quería dejar un poco el orden, y aventurarme en el caos nuevamente; desde pequeño he encontrado un obsesivo placer por la armonía estética, por la belleza de lo inalterable, por la organización compulsiva de todo mi entorno y de mí mismo, pero igual he tenido que aprender que ni siquiera el orden más perfecto, si es que este llegara a existir, es completamente infalible. Siempre estuve tan preocupado por ver los estilos de infinidad de escritores, tratando de emularlos, pero ahora que encontré el mío, decidí que era el momento de evolucionar. No me preocuparía, y me tiraría de espaldas en los abismos caóticos y fértiles de la creación, dejando que surgiera algo nuevo.
Tal empresa no es sencilla, y menos con el tiempo que me impuse, ya que tendría que hacer una recopilación exhaustiva de todo lo logrado hasta el momento, analizando beneficios y debilidades de mi propia experiencia, estableciéndome reglas precisas de que mi nueva técnica, sería independiente y pendiente de mi estado de ánimo, activa a creatividad literaria, y equilibrada en cuanto a lenguaje oral y escrito. Como no había tiempo que perder, lo hice, y aunque encontré respuestas, caí en la lastimera revelación de que estaba haciendo todo igual, o quizá, el verlo todo así no me ayudaría a algo nuevo. Tenía que reflexionar.
Para lograrlo, volví a la primera historia que escribí en mi vida, titulada, “Al terminar un camino se empieza otro”, nombre que tuve a bien darle una vez finalizado ese proyecto durante mi niñez. Me enorgullecí de lo que hice, no sólo rememorando las tan vívidas experiencias pasadas tanto dentro como fuera de la ficción, sino sorprendiéndome al hacer un análisis serio y concienzudo sobre los momentos que ocupaban las aventuras de mi personaje protagónico en sus viajes por diversos reinos de la realidad. Perdonarán ustedes esta pausa, pero quiero expresarles en lo que consiste esta historia: la misma, cuyo título ya les revele, tiene la característica por excelencia, de que narra mis aventuras, de manera literal. Conforme varias caricaturas que vi de niño, siendo mi principal fuente de inspiración, me empecé a hacer varias preguntas acerca de mis personajes, que despertaron el deseo en mí de encontrarlos en situaciones distintas a las cotidianas; mismas ganas que me motivaron a sacar lápiz y papel trazando mis primeros pasos por el increíble mundo de la creación literaria. Odiaba leer, me aburría la escuela, no salía casi nunca de mi casa, pero ahí me tienes durante tres meses trabajando con el inicio de este gran proyecto, en un identificable cuaderno de pasta morada medio usado; casi por acto de magia, al finalizar esa primera parte, obtengo una computadora, lo que me permite crear una versión más larga y loca de mí ya tan ambiciosa narración. ¿Qué es mi historia?, ¿Por qué es tan importante para mí?, ¿qué me hace no abandonarla y volver a ella más veces de las que puedo contar?, pues es que en ella, cuento de manera ficticia, el como yo, un pequeño niño regordete de secundaria, es solicitado por un extraño individuo, para salvar un mundo dentro de este mismo mundo, es decir, el de las caricaturas. Para mí no existieron momentos más excitantes como los que viví al escribir letra por letra, párrafo tras párrafo, el como yo, realmente podía convivir con mis personajes favoritos de la infancia, y cómo ellos realmente necesitaban mi ayuda para enfrentarse a una nueva serie de villanos que buscaban destruirlo todo. La leí, una, dos, tres veces, y pude darme cuenta, que la respuesta ahí estaba, en esos primeros momentos. Cabe decir que, si la mala ortografía la consideramos como el origen de los males, yo de niño hubiera sido peor que Satanás, pero admirablemente en los primeros momentos de esta historia creada por mí, planteo situaciones que resultan muy interesantes y de una profunda inocencia tomada de la mano con una infinita sabiduría. Por ejemplo, en esta historia, utilizo muchos personajes de diversas caricaturas entremezclados en el mismo universo, y uno de ellos son los jóvenes titanes, centrándome en los personajes femeninos. En los primeros instantes de mi historia, cuando acepto ayudar a este mundo, tomando el rol de salvador profetizado, resulta que tengo que pasar algunas pruebas antes de mi incansable lucha contra mis enemigos, ya que yo narrativamente consideraba que necesitaba más experiencia de lucha antes de irme contra el mal, sin sospechar siquiera que todo eso guardaría un significado magnífico en mis próximos años. Mi primera prueba, fue el ir a la torre de los titanes, y el tratar de mediar una situación donde tanto Raven la superheroína mística, y Blackfire la súpervillana espacial, luchaban por el amor de Starfire… ¿si me comprenden?, porque yo escribí tal situación no por determinar a quienes pondría en conflicto, sino a raíz de un video de navidad, donde ambas féminas se besan debajo de un muérdago, y se me hizo muy bonito. En mi inocente entender, y hasta la fecha, no soy quien para decir si está bien o mal, además no soy quien tampoco para decir si debiera decirse algo o no, y eso se vio reflejado en la historia, porque no llegué a determinar lo correcto o incorrecto de actitudes, sino que realmente metí mis narices en ese problema para mediar la situación al ver que los que intervenían sufrían de verdad. Las decisiones de mi yo en la ficción, permitieron la unión de unos, y la redención de otros, que al verlo de esa forma, me llenó de alegría. Al decir que metí mis narices en los problemas de los demás, estableció otro punto importante de la historia, el cual se describe en la incertidumbre de si ayudar al mundo de caricaturas o no ayudarlo, al hacerme la certera pregunta de por qué me lo pedían a mí. En el mundo existen muchísimas personas, desde solados a doctores, bomberos a psiquiatras, adolescentes obsesos y adultos cabizbajos…pero se lo pidieron a un solitario niño, porque sabían, al conocerme, que yo era el único que realmente se interesaría en salvar su mundo de la catástrofe total, no sólo luchando con los tiranos, sino involucrándome realmente con mis personajes, y llegar a soluciones.
¡Ah, qué dicha la mía! Qué maravillas sacamos con los pequeños momentos, ¿verdad?, y todo eso lo definí con apenas una embarrada de la primera parte, faltando dos más. En la segunda que nos ocupa, aparte de ser un conjunto de parodias juradas de Dragon Ball Z, claro que vemos mayor complejidad en el asunto, al agregarle el elemento del mundo real y cotidiano a la historia, y cómo entra en conflicto con la personalidad ya alcanzada del personaje, o sea yo, en la anterior saga. Esta serie de eventos reflejan muchas de mis preocupaciones, miedos y enfados a cosas que fueron surgiendo en mi entorno y eran enaltecidas por personas cercanas a mí, tales como las drogas, el crimen, el sexo, la violencia, entre otros. No por nada empiezo la segunda entrega parafraseando esta extinción de los valores en la sociedad; recuerdo cómo liberé muchas frustraciones en el proceso, provocando que el personaje actuara dentro de la historia en consecuencia, y ver cómo la personalidad alegre y voluntariosa se deformaba a una pesada, llena de irritación e indiferencia, y con el eterno debate de qué hacer con mis poderes. Finalmente en la tercera saga, con un principio medio confuso, al situarla años después de mis supuestas aventuras, vemos como un misterioso ejército alienígena se apodera de la tierra, arrasando todo rastro de vida; Dios, al ver este desastre, y notando que no puede intervenir por alguna extraña, maldita y desconocida razón, manda a su arcángel a un supuesto paraíso en el que reposa mi alma en mi apariencia adolescente, para darme un cuerpo y mandarme a la tierra; yo, junto a un grupo de compañeros revividos, tomamos la decisión de reunir a los seres más poderosos en el universo de caricatura, e incitarlos a luchar contra esta amenaza, culminando todo en una decisiva batalla entre el dios antiguo de la muerte, Renkaiser, y el súper-demonio fase tres Maximiliano Zalce Monroy, es decir, quien les está escribiendo ahora. Con la originalidad ciegamente a mi lado, los rellenos que sacaba de las posibilidades más absurdas, y la ortografía no augurando tiempos mejores, todo alcanza su fin en la victoria del súper-demonio fase cuatro sobre el dios de la muerte, salvando tanto un mundo como el otro, y yo yéndome a vivir a un castillo mágico al lado de mis compañeros, viviendo felices por siempre…ajá.
Llegado a ese punto, pude determinar que la materia prima que me dejaría desarrollar una técnica precisa ya estaba en mí, porque todo este rollo del salvador, de combatir al mal, de realmente ayudar a otro, no sólo lo manejaba en los combates extraordinarios que tenía contra grandes enemigos, sino que pequeñas acciones como salvar a un gatito de un árbol, abrazar a alguien en tiempos de necesidad, o escuchar algún problema para aconsejar soluciones, eran realmente lo que trascendía en la humanidad, y que si, en su unión, podían salvar este y todos los mundos de la realidad. Sin embargo, el cambio aún no llegaba, y sólo iba a darse con aquello que le di a las continuaciones alternativas de tan extensa historia. La primera continuación la hice durante mis inicios en la universidad, cuya premisa central acerca de los cuestionamientos definitorios sobre el bien y el mal, la existencia de ambas, incluso la reflexión exhaustiva de las motivaciones que había debajo de cada acto, era sólo superada por este mensaje de comprensión hacia los demás, y saber qué los motivaba a ser como eran. Igual cada palabra es un reflejo directo de mis frustraciones que tenía por actitudes de mi entorno, pero en lo que se separa de la segunda saga, es que en la misma no me importaba encontrarle un motivo, sino poner mi opinión sobre las demás, mientras que en esta reflexiono más un porqué y cómo podía lidiar con todo aquello. Además, dicha continuación serviría de base para dar el salto a otro personaje que estaba haciendo, igual otra encarnación literaria de mí mismo de manera literal, pero ya con todos estos conocimientos obtenidos, y esta cierta plenitud alcanzada entre la inocencia, y las revelaciones que me hacen entrar en conflicto. La otra continuación habla sobre lo que sucedió después de la tercera saga, centrándome en mi yo encarnado de ese momento, y cómo no recordaba su antigua vida antes de ser resucitado por Dios y la posterior guerra que libré; es un proyecto muy interesante porque estoy argumentando varias de las cosas que puse en las demás sagas, además de esta búsqueda del equilibrio en el personaje, por mantener su inocencia intacta y compaginada frente a los conflictos que se le han presentado durante momentos obscuros donde el dolor y la duda fueron llevados al límite.
Uno de los problemas serios que encontré en estos y otros escritos, fue la falta de concentración por mantener mis ideas hiladas, porque aunque si llegara a una conclusión, no terminaba por unirse completamente el escrito. Eso si, encontré un excelente manejo del lenguaje en cuanto a relacionarme con el lector, y la utilización precisa de figuras retóricas en momentos adecuados. Sé de antemano que la perfección no existe, pero aun así no me iba a sentir satisfecho hasta que lograra algo mejor. Volví a escritos antiguos, a escritos que actualmente estoy haciendo, y al ver que cada uno tenía cosas que me llamaban, me di cuenta, reveladoramente, que el verdadero problema aquí era que me preocupaba demasiado. Pensaba mucho en alcanzar objetivamente un lenguaje definido para todos mis escritos, cuando este simplemente vendrá en el momento que yo realmente desee, pero sin la necesidad de forzarlo. Retomando una de las verdades más grandes de mi vida, “pensar menos, y sentir más”, me permitió comprender que cualquier escrito que hago, es mío, y por lo tanto, podía dotarlo del lenguaje que quisiera, uno menos formal e irónico, y más libre y poético; por ello, encontrando la interconexión entre mi esencia definida, y los conocimientos obtenidos con el paso del tiempo, he desarrollado la técnica literaria ¡Kami-no!, también conocida como narración equilibrista o narración de esencia, donde justamente como su nombre lo dice, es una narración libre con cada una de sus partes perfectamente unidas tanto escrita como oralmente, que en cuyo desenvolvimiento si se vea este pensar filosófico, esta formalidad, esta ironía, este resaltar cada cosa a su momento, pero también, más que nada, se vea mi actitud y mi gozo ante todo tema que pase por mis trazos literarios. Sé que, por obviedad, no es distinto a lo que todos los escritores hacen o tratan de hacer, ¿pero por qué lo comparto?, pues para decir precisamente que estilos hay muchos, no sólo en la literatura, sino en toda expresión artística, y que cada uno se desarrollará conforme la persona que lo tenga. Si alguna vez no te sientes conforme en cuanto a tu arte, cualquier cosa que hagas, te invito a que regreses a tus años dorados, y los hagas resurgir de manera extraordinaria al comprender que la respuesta está en ti, porque un escrito, es un reflejo de tu opinión, de lo que eres, y como todo hacer transformador, no puede quedarse estático.
Al final, queda el principio, el título de mi obra maestra, “al terminar un camino se empieza otro”, una verdad que ha perdurado en todo momento. El reencuentro con esta esencia juguetona que me invitó a tan maravilloso mundo fue magnífico, porque pude re-significarlo en algo más grande. Nuevos caminos se abren, y hay tanto por hacer, por lo que inclino mi ser a la dama existencia en primera fila, y le guiño el ojo por su tan obscuro sentido del humor. Espero encontrarme contigo durante mi trayecto vivencial, a cualquiera de ustedes que estén atentos a mis palabras, guardia de la inocencia, soñadores miles, porque estoy seguro, que encontraré el rastro de sus hazañas. Gracias por su atención, y hasta la próxima.

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