viernes, 27 de noviembre de 2015

Un pensamiento, un final.

DEMONIOS EN LA FRAGANCIA DE UNA FLOR.

Por Maximilian de Zalce.

A Luisa.

“¿Qué nos ha pasado?”, es la primera pregunta que me viene a la mente. No vengo aquí con discursos, ni con poemas, ni con conceptos u oraciones elocuentes, sino con lo primero que me nazca. Tú, una niña, una mujer, una reina de la noche, un sol en la tarde, tú aquella que con un suspiro me has levantado, con un beso me has matado, con una mirada me has desecho, y con una sonrisa me has herido. Si hoy se diera el fin del mundo, en esta noche, en este amanecer, o en esta tarde, no dejaría que mis palabras expresaran lo que mis acciones podrían hacer, por lo que te llenaría de besos, de abrazos, de caricias y pellizcos, para decirte en cada rose que estás viva, y que estás conmigo, y que me siento feliz que compartas experiencias a mi lado.
Las promesas no existen, eso lo sabemos bien, sólo las acciones, y desgraciadamente, son las que nos marcan más en la vida. Hemos cometido errores, hemos alzado la mano contra el otro, incluso nos hemos besado en medio de lágrimas que gritan por un cálido pasado de vuelta en el presente. No podemos remediar las acciones, sólo las consecuencias que se nos presentan, así es, ¡lo ha sido siempre!, y en muchas ocasiones, ni tu ni yo hemos sabido cómo hacerlo.
Me conoces mejor que a cualquiera, te he abierto mi corazón como a nadie lo había hecho, y al haber depositado tu amor en todas sus cicatrices, has permitido que esa desconfianza se desvanezca poco a poco. Pero no en su totalidad. Tú, Luisa, sabes perfectamente, o al menos eso espero, que muchas de mis acciones no responden al amor, sino a la desconfianza, al miedo, al terror de perderte, o al enojo que me hace dejarte. He tocado tu piel con ira, te he mirado con locura, y has visto el monstruo que soy; cuando los ojos de una bestia rabiosa se posan sobre ti, lo que haces es llorar, por ver lo que oculta esa capa de dolorosa rabia; lloras por mí, porque me conoces, y sabes que estoy muriendo, que me hago daño con mi odio, con mi duda, y tú a pesar de todo, siempre estás ahí para mantenerme a salvo, alejando al demonio implacable, y tomando en brazos al pequeño niño que sólo llora ante un entorno lleno de amargura y pesar.
Cuando me contaste acerca del temor que sentiste, por cierto acontecimiento, no tenía miedo a que me dejaras, sino que tenía pavor a que no fueras feliz. Obviamente, me molesta, y es justo, porque me permite comprender porque tú eras así en tu momento; pero más allá del enfado, puedo tragarme mi orgullo, y darme cuenta de una cosa: eres Luisa, eres ser, eres hermosura, eres vida, y como toda la que existe, estás creciendo, y obviamente quieres conocer más. Apenas estás floreciendo en este mundo, y lo que me asusta, es que tu fragancia atraiga demonios a tu alrededor, confundiendo fortalezas con debilidades, las cuales pueden hacerte caer. Te he visto crecer, y quiero seguir haciéndolo, y no importa cuanta terquedad exista en nuestra actitud, o cuantas penumbras enfrentemos en el camino: yo quiero cuidarte…porque te vivo.
Había realidad en nuestras palabras aquel entonces, cuando de un momento a otro decíamos que enfrentaríamos duras pruebas, mortales obstáculos. Ahora mismo enfrentamos uno: la confianza; no tanto en el otro, sino en uno mismo. Obviamente la vida continúa, el tiempo y su historia no espera a nadie, y tú seguirás floreciendo…pero no quiero que sólo seamos plantas unidas a la tierra, sino el viento que doma todos los espacios, y se une creando esa fuerza llamada amor.
Te daré un beso, una mirada y un brazo protector, pero luego, nos daremos la vuelta, nos alejaremos, y miraremos otros horizontes por unos segundos. Si decidimos volver a mirarnos, te juro que no me separaré de ti. Te vivo Luisa, y quiero que siga siendo de esa forma, a pesar de todo, y con lo que implique. Si decidimos acercarnos otra vez, como siempre lo hacíamos, como lo hacemos, y como lo haremos siempre, te prometo una mano cálida, un beso infinito, y cada respiración de mi pecho que te susurrará en tus horas de sueño, “aquí estoy, y aquí estaré siempre, mi pequeña flor”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Con gran placer leeré cualquier comentario y crítica. Agradezco tu tiempo.