viernes, 6 de noviembre de 2015

SUPERMAN.

LA MUERTE DE SUPERMAN.


Análisis argumental de la caída del mañana.


Por
Maximilian de Zalce.

¡Ah! Sé que me había tardado, pero si, abriéndole las puertas a este sublime proyecto, iniciaremos con los personajes que me han acompañado durante toda mi vida, ¡los superhéroes!, y estoy aquí, público de todos y ninguno, con un personaje emblemático dentro de este género: Superman.
Ya hace un tiempo leí la famosa historia sobre la muerte de Superman, un cómic que dentro de su contexto tanto real, como ficticio, fue uno de los instantes más inesperados y épicos en las andanzas de este superhéroe. Siendo sincero, porque mi estilo me lo pide, no puedo dar un análisis objetivo en cuanto al panorama que existe dentro de la ficción, sobre cuántos superhéroes hay activos dentro de ese universo o cómo están viviendo, ya ni siquiera contando que esta historia no está entre mis preferidas, pero que vino a mí de manera muy casual.
Recientemente, pude adquirir la película animada Superman: Doomsday, lanzada por Warner Premiere y Warner Bros Animation, cuyo argumento está basado en el relato ya antes dicho. Con ello me dispongo a hacer un análisis y comparación de la película con el cómic; sin más que decir, comencemos.
Para aquellos que no conozcan el argumento de la muerte de Superman, en su narrativa auténtica, aquí se los voy diciendo en pocas palabras. Una creatura con fuerza brutal logra liberarse de las ataduras que lo mantenían confinado, provocando destrucción a donde quiera que vaya, hasta tener un enfrentamiento con La Liga de la Justicia Internacional, los cuales caen derrotados ante el poderoso enemigo; alternativamente, Superman, en medio de una entrevista, con el obvio propósito de que la ciudad conozca más a su defensor, y contestando una última pregunta sobre el temor que siente sobre su propia vida ante enemigos que podrían matarlo, tales palabras cobran vida cuando surge el inevitable encuentro entre los dos titanes, cuya gran y desastrosa batalla culmina en Metrópolis, donde ambos contrincantes terminan derrotados, dejando a una triste ciudad sin su campeón del mañana.



Lo que inició como una broma en las salas creativas de DC, tuvo sentido para Dan Jurgens, guionista y dibujante de la épica batalla, que según algunas pequeñas investigaciones, tal premisa se vio realizada para atraer a más lectores, ya que las ventas eran bajas, llevando al personaje de poco a poco al olvido, ¡y claro!, matar a Batman por ese año tampoco les ayudó mucho, ¡de hecho fue contraproducente! Así que sin más, se lanzó la historia…sin embargo, tal acontecimiento marcó el fin de una época y el inicio de otra: la muerte del superhéroe clásico que todo lo podía, y el inicio de aquellos campeones que bajaron del monte olimpo para enfrascarse en las aventuras de la vida. Algunos llaman la muerte de Superman como la muerte de la inocencia de los superhéroes, y en eso estoy de acuerdo, porque fue este uno de los momentos que dio pie a una de mis historias preferidas en cuanto a superhéroes se refiere, ya con un panorama más reflexivo y obscuro: Crisis Infinitas.
La historia que nos ocupa, habla mucho acerca de la responsabilidad, y el miedo que a veces ello conlleva, porque en palabras del mismo personaje, y uno de los momentos que me llamó más la atención, es cuando durante la entrevista que le hacen al superhéroe, una chica entre el público le pregunta si no le daba miedo todo lo que hacía, a lo que el héroe responde que si, efectivamente, tenía temor tanto a fallar en proteger al mundo, como a perder su propia vida ante enemigos que pudieran quitársela, aunque tales palabras sólo son un guiño hacia la pregunta de cómo sería un mundo sin Superman. Pero para lograr tal realidad, se hizo igual la pregunta, ¿qué podría matar al hombre del mañana?, cosa que bosquejaron como un villano, que según lo que investigué, no supusiera una derrota moral para el héroe, sino más bien un combate a mano tendida guiado hacia un trágico final: fue así como nació Doomsday, una bestia voraz y temible, cuyo único objetivo era la destrucción de toda forma de vida que se cruzara en su camino.


Una vez explicado eso, pasemos entonces a la película animada. Al inicio de la historia, podemos apreciar una narración del mismísimo Lex Luthor, acerca del hombre de acero, acompañada con algunas imágenes de sus logros; lo más resaltable en las palabras del villano, es esta frase que dice: “Disfruta tu reinado mientras puedas, Superman…porque así como la noche le sigue el día, hay un momento en que incluso los dioses…deben morir”. 


Este pensamiento es lo que da sentido a todo el arco argumental de la película, no sólo por lo que dice de los dioses, sino todavía más por la metáfora del día y la noche, en especial porque la película comienza como un día normal en Metrópolis, mostrándonos la convivencia entre personajes como Clark Kent y Luisa Lane, siguiéndonos directamente una vez más con la presentación de Lex Luthor, momento donde vemos que la película queda separada del cómic, al ver cómo se está realizando una especie de excavación en su nombre, donde encuentran consecuentemente la cápsula de Doomsday, y su posterior liberación. Además, cabe resaltarlo, esa secuencia también denota los polos opuestos que resulta la interminable rivalidad entre Lex y Superman, porque mientras el primero trata de sacar ganancias a base de engaños con tratamientos de por vida de alguna enfermedad, el otro trata verdaderamente de encontrar la cura del cáncer, revelando su deseo de ayudar a la humanidad siendo más que un forzudo. También, en última instancia de esta secuencia, vemos una pequeña discusión entre Luisa y Superman, en la que ella le recrimina cómo él ha desarrollado un muy humano miedo al compromiso. Tal elemento muchas veces pasa desapercibido, pero es definitorio en cuanto a la identificación del tema que se está abordando en esta historia, y el mayor problema que tiene el hombre de acero, como bien podría tenerlo cualquier otro superhéroe disfrazado: la tan imperiosa necesidad de responsabilizarse a través de un símbolo.
Cuando el monstruo Doomsday ataca Metrópolis, masacrando a un conjunto de fuerzas militares en un inútil intento por frenar a la creatura, aparece Superman trayendo una sonrisa en las personas, sabiendo que su campeón había regresado para salvarlos. La mayoría comprende tal reacción de entusiasmo, porque ese es el héroe de la ciudad, quien les trae esperanza y regocijo al resolver problemáticas que amenazan a muchos, sin embargo, un análisis más profundo nos lleva incluso a la semiótica conclusión, de que las personas lo identifican como el bueno, por el simple hecho de portar su característico traje, y la emblemática S.


Si algo he aprendido en tantas lecturas de este tipo de personajes, es que he llegado a identificar lo que he titulado: “el pecado del superhéroe”, en el cual pienso que si juntamos a todos estos personajes heroicos, yéndonos más allá de la franquicia DC, vemos que una de las mayores constantes es el portar un símbolo, algo con lo cual la gente puede llegar a identificarlos como “los buenos”; eso puede llegar a ser benéfico, pero igual, es un arma de doble filo. Si pensamos en el papel que tiene que jugar el superhéroe dentro de la sociedad, se supone que es el de protección, pero como el ser humano llega a temerle a lo que no conoce, este agente súper-humano decide portar algo para identificarse como el salvador; no es secreto que los colores que porta Superman son los de la bandera Estadounidense, pero el problema en el que recae mucho este heroico personaje, es el de portar un símbolo para los demás, pero no tanto para sí mismo, reflejado eso desde omitirse totalmente, como imponerse sobre el resto, lo cual en términos de equilibrio no termina por cuadrar, además de mostrar esa falta de responsabilidad con tu propio ser, al ya no depender de un símbolo que está hecho por ti, o al menos, que venga de ti.
Por poner un ejemplo, a manera de paréntesis, es algo que las nuevas tendencias están rompiendo de raíz, al ser uno de los temas que se tratan de manera sutil en la nueva película de Superman, El hombre de acero, dirigida por Christoper Nolan, siendo el emblema que porta el héroe no tanto un reflejo de los ideales americanos, sino una proyección del singular significado de esperanza que quiere dar a la humanidad.
Regresando al combate, Superman logra detener momentáneamente a esta imparable fuerza de destrucción, pero termina siendo superado varias veces en la lucha por la ferocidad del monstruo. Conforme la pelea prosigue, el hombre de acero apenas puede mantener a raya a la creatura, y más cuando debe proteger a ciudadanos inocentes de los ataques de Doomsday; al final, en últimas instancias, en un desesperado intento por no prolongar las muertes, Kal-el se sacrifica junto con la bestia, culminando con el caos, e igualmente, con su vida. Debo decir aquí, detalle importante, que la animación fue de gran ayuda para que la película realmente me atrajera; las animaciones de series como Batman, Superman, Batman del futuro, Liga de la Justicia, y Liga de la justicia Ilimitada, no terminaban de convencerme tanto como en esta ocasión, representando de manera magistral un combate soberbio entre dos fuerzas prominentes. El diseño de Doomsday es magnífico, me agradó muchísimo que se le diera ese estilo, porque si bien, como dije antes, La muerte de Superman, no es de mis preferidos, el personaje que dio muerte al hombre del mañana me asombró y me sigue asombrando hasta la fecha, ¡y no hablo de un asombro cualquiera!, ya que este personaje es un rival para el hombre de acero muy al estilo de rivalidades tales como la de Goku y Broly, o la de Spawn y Urizen; definitivamente una de las mejores peleas de superhéroes que he visto, en cuanto a películas animadas se refiere.




Lo mejor de todo, y razón más para que la película me gustara más que el cómic, ¡es que la historia prosigue! Así es, quienes realizaron esta animación basada en el histórico evento dentro del mundo de los superhéroes, fueron más lejos todavía, y por ello la introducción del villano antagónico, Lex Luthor, quien después de la muerte de su archienemigo, se vale de la idea sobre la representación de un ideal, utilizando el ADN del inerte kryptoniano, creando así un clon con su mismas habilidades, pero bajo el control del magnate, el cual no sólo convence al mundo de que su campeón ha regresado, sino que es tan sólo la primera parte de un plan mayor.
Pero por su parte, el clon empieza a llevar el sentido de justicia a tal extremo, llegando incluso a matar delincuentes, creyendo que puede negar toda responsabilidad por sus actos al poseer un símbolo de autoridad que le permite determinar que le conviene al mundo; esa justificación y característica del personaje no es nueva, ya que ha permitido la creación de nuevas historias, y tal es el caso de Injustice: Gods Among Us.


Una vez que el ejército decide tomar la ofensiva, y este Superman decide repelerlos por “el bien de la ciudad”, el antiguo Superman decide intervenir para detener toda la ola de caos que provoca su clon. Se desencadena otra épica lucha, no sólo de manera física, sino también filosófica, ya que el único personaje que podría siquiera poner en jaque moral a Superman, ¡sería otro Superman! Y por ello entre golpes y patadas, el clon decide encarar a su supuesto gemelo diciéndole que él es un reflejo de lo que el viejo pudo ser, si hubiera sido fuerte, cosa que a su vez el antiguo Superman responde que más bien, él es su reflejo en un espejo roto, al haber cruzado cierta línea, y confundir justicia con control, cosa que nos da la temática central de la historia. Retomando esto nuevamente del “pecado del superhéroe”, y lo de portar un símbolo que sirva de mensaje a la humanidad, esta historia nos da la enseñanza de la responsabilidad tanto con los demás, como con uno mismo, adoptándola para comprender que la verdadera justicia no radica en el control, en la soberbia, ni mucho menos en la destrucción…sino en la protección. Al momento en que Superman combate a Doomsday, es obvio que él es el único que puede enfrentarlo en todo momento, pero es un claro ejemplo de cómo portar un símbolo, puede llevarnos a tal punto de omitirnos a nosotros mismos, no sólo causándonos miseria, sino a todos nuestros seres cercanos; incluso, podemos presenciar el otro extremo del hilo, en el que cómo un símbolo nos puede segar a tal grado, para imponernos sobre el resto. La redención misma del hombre de acero, proviene de su mismo deseo de protección, reconociéndose si como el campeón de Metrópolis, pero también como una persona que necesita ayuda de aquellos que juró proteger, y tales son los casos del robot que le provee de la pistola de Kryptonita, y Luisa Lane quien le ayuda a dispararla contra su rival. En lo último, vemos cómo son las acciones del superhéroe, y no el símbolo que porta, lo que le permite ganarse la confianza de la gente, y tales acciones vienen por su deseo consciente de proteger, pero también de ser responsable consigo mismo; tal responsabilidad, viéndolo en la película, alcanza su equilibrio cuando el héroe acepta descubrir su identidad a su amada, alejando todos sus miedos del qué podría pasar, ya que tal fortaleza, intuyo, lo volverá todavía más capaz en el futuro.


Para concluir, el cómic es increíble, marcó un contexto definido para los lectores de este personaje, ¡pero la película!, en mi opinión, fue un bombazo todavía más grande. Es justo que se piense que esta película está dedicada a los más jóvenes, y si, se nota por las millones de partes censuradas, pero incluso todos estos momentos de violencia solamente sugerida permiten atrapar al público, encaminándolo a reflexionar de lo que se trata realmente la historia. Esta adaptación es digna en todo sentido a la historia original, a parte, de realizar una propuesta bastante interesante de qué sucedió después, enmarcando todo el contenido hacia determinado punto que no es muy sencillo de captar, pero al hacerlo, uno se lleva un valioso aprendizaje, que puedes aplicar en cualquier momento de tu existencia. La animación, los personajes, y el argumento, son disfrutables, no sólo para aquellos que han leído el cómic, sino para cualquiera.
Espero hayan disfrutado esta primera y pequeña parte del gran proyecto que hago ahora, y no se preocupen, que en un futuro no muy lejano, les traeré más de mis alocados pensamientos. Aprovecho este final para decir que aunque se estén cocinando nuevos análisis, no implica que no subiré contenidos de otro tipo, así que, todos y ninguno, estén al pendiente. Yo soy Maximilian de Zalce, el Guardián Eterno; gracias por su atención.

Ninguna de las imágenes aquí utilizadas me pertenece oficialmente.
Su utilización es por el mero hecho de entretener y enseñar.
Por lo demás, muchas gracias.

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