DECISIONES.
Nosotros a Dios,
Y Dios a nosotros.
“El agotamiento de la
vida, la extinción de las posibilidades naturales han condicionado esta
conciencia. El hombre actual ignora las inmensas posibilidades de su conciencia
y se encuentra impotente y vacío. ¡Es necesario resucitar la grandeza perdida,
pero transformándola, creándola de nuevo en lo sobrehumano y en lo divino!”.
Henri Lefébvre.
Ensoñaciones Nietzscheanas sobre el asesinato de Dios.
“Cuando veo todo
desde una perspectiva irónica, puedo sonreír incluso en los tiempos más
obscuros”.
Maximilian de Zalce.
Y dime… ¿qué relación tienes con Dios?
La obvia palabra aludida me hace
pensar en un pequeño anciano barbudo sentado en un enorme trono dorado sobre
una esponjosa e inmensa nube. Si, lo sé, nunca he imaginado a Dios con esa
forma. Si hubo algo que impidiera en mi crecimiento una obcecación terrible
sobre una “formación educacional católica”, fue la flexibilidad que tuvo mi
madre para conmigo en ese ámbito. Como muchos en nuestro país, yo estuve en mi
niñez en este proceso llamado primera comunión, pero más allá de ser una
experiencia estricta o aburrida, yo la recuerdo como un conjunto de esporádicas
salidas a la iglesia donde tenía que recitar un montón de palabrejas que en
esos instantes no me significaban nada, para luego jugar con tarjetas
coleccionables o ir al cine. Durante mucho tiempo me cuestioné este detalle
acerca de mis dudas ante la existencia de Dios, o al menos, el porqué no me
creaba ningún conflicto el preguntármelo, hasta que comprendí que aunque
hubiera tenido ante mí una iglesia, estatuas, ventanales, cánticos y alabanzas,
yo comprendía que Dios no estaba en ninguna de esas cosas. Todos los seres
humanos de este mundo, hombres y mujeres por igual, nos sorprendemos de
diferentes cosas en distintas etapas de nuestra vida, ergo, el proceso de
comprensión de cada una es distinto en cada ser. Por ejemplo, el despertar de
la sexualidad en el cuerpo producirá asombro en algunos, y en otros no, lo cual
no implica indiferencia, sino diversos procesos de interiorización para cada
uno, debido a que si para unos puede implicar un gran conflicto tal cuestión,
otros simplemente lo hacen consciente dentro de su quehacer cotidiano. Algo
similar me sucedió con este personaje llamado Dios. Por cómo me lo pintaron,
cómo me lo contaron, pude concebirlo y deducirlo como el ser más grande, por
encima de todo lo demás, sin embargo, hasta ahí deje zanjado el asunto, ya que
de niño nunca me llamó la atención el tema, hasta que a posteriori, empecé a
hacerme preguntas no sólo de su validez existencial, sino el significado y
conocimiento del mismo.
¿Creo en Dios? Cuando empecé a preguntármelo
entré en muchos conflictos, hasta que mi madre, en su muy peculiar entender, me
explicó que si el amor existe, entonces también lo hace Dios, porque ambos, son
la misma cosa. En sí, la fórmula era sencilla, y tenía mucho más sentido de lo
que me explicaban los curas de las iglesias al castigarme a mí y a mis amigos
cuando nos cachaban jugando a las cartas, pero empecé a complicármela mucho más
cuando empecé a preguntarme sobre qué es el amor, y al tratar de responderme,
lo ligué con muchísimas cosas, como la amistad, la esperanza, la compasión, y
demás. De igual forma, cuando me cuestioné sobre el infierno, siendo esta una
creación misma del Dios que había concebido desde mi infancia, también impliqué
la existencia del mismo a otras cosas, llegada a la conclusión de que si éste
era la vida misma, también era odio, ira, envidia, lujuria, y muchas otras
cosas. Obtuve resultados un tanto abraxianos de esas preguntas, siendo que si
bien y mal, diablo y ángel, luz y obscuridad, eran parte del mismo ser, fui
conflicto tras conflicto, duda tras duda, hasta que en mi adultez, leí el cómic
de Spawn, hecho por el dibujante de Image Comics, Todd McFarlane.
En esta historia, además de
trazar una guerra milenaria entre las fuerzas celestiales e infernales, se
trata mucho el tema de cómo las decisiones crean nuestro propio infierno o
nuestro propio paraíso, destruyéndonos y creándonos continuamente, produciendo
consecuencias en nuestro alrededor, que no siempre estamos decididos a
enfrentar.
Aunado a esto último, con el debido respeto para todos
aquellos creyentes de la religión católica sí es que sienten alguna ofensa, y
con la contradictoria acentuación de que no me interesa en lo más mínimo, tales
argumentos utilizados en esa novela gráfica me permiten ligarme a una ocasión donde
escuché las experiencias de una chica, quien sumida en el completo vicio
decidió entregar su devoción a Dios debido a que ella ante una situación
traumática, empezó a ser consciente de un buen número de señales divinas, que
le decían que debía cambiar de rumbo. Tales afirmaciones me recordaban a cómo
mi madre, cuando nos sucedía algo provechoso, agradecía a la estatua de la
virgen diciendo que todo era gracias a ella, porque nos dio la suerte que necesitábamos;
yo me preguntaba, ¿cómo podían siquiera relacionar una cosa con la otra?, ¿cómo
era posible que vieran la obra de un ser divino en situaciones donde por lógica
predominaba la casualidad y el efecto? Pero me di cuenta que tal pensamiento
era producto del miedo a no tener la razón, y no ver la sencilla verdad: el
orden de los factores, no altera el resultado definitivo. El gran bosquejo de
la respuesta que buscaba, una respuesta encontrada e ideada por mí, yace en un
ensayo titulado “mi origen de la existencia”, y ahora más que nunca, es
imperativo compartírselo a todos.
La existencia es uno mismo.
Infinito reflejo de nuestro sufrimiento y equilibrio.
El gran poder, se fragmentó en posibilidades,
Y en toda historia yace el eterno viajero.
El caos regresa, y con ella, sus hijos;
Silencio y verdad nos harán libres,
Haciendo nacer al monstruo o al héroe.
Los límites recaen en la indecisión,
Y el renacer vendrá en el imaginar.
Donde la humanidad cayó en imposibles,
Sólo la decisión creará vida donde antes hubo nada.
La creencia siempre nos llevará
al mismo punto, como la observación de un mismo objeto (una silla, por decir
algo), desde perspectivas diferentes. El que uno vea obra celestial o señales
divinas en algún instante de su existencia, creo que la verdadera mano de Dios
se ve implicada en la significación que haces de tales momentos; cosas en
nuestra realidad inmediata hay miles, pero sólo tú, tienes la habilidad de interiorizarlos
de determinada manera que hagan impacto en tu ser, y de ahí aprendas algo. Por
lo tanto, Dios, esta gran fuerza unificadora, esta gran energía universal, no
es otra cosa que tú mismo, al momento de elegir. Con esto último, no quiero
decir que no crea en la existencia de estos grandes poderes en el universo,
pero a veces, buscamos tanto en el infinito dichas presencias, que olvidamos
mirarnos el espejo, y concebirlos como reales en nuestro interior. Dios es sólo
una palabra, una muy bella y quizá muy importante, pero no es en esencia real
lo que conlleva e implica, ya que los seres humanos hemos dado nombres tan diversos
a aquello en lo que creemos a lo largo de la historia, a tal grado, de imponer
al mejor por sobre los otros.
Si comprendí que sólo mi ser
podía unir lo divino y lo demoniaco a través de mi perspectiva, ¿por qué me
sería difícil imaginar, concebir y creer, en que existen muchos caminos para
llegar a la plenitud? Los caminos del héroe son tan ilimitados, pero obvio,
sólo unos pocos le darán los coscorrones necesarios para que aprenda lo que
tiene que aprender. Es tan dulce saber cómo los
seres humanos somos tan de lo mismo, que hasta salimos diferentes.
Lo curioso es cómo al ser tan
sencillo de comprender, muchos deciden no hacerlo, debido a que hay una
diferencia abismal entre estar en equilibrio, y creer estar en equilibrio,
¡pero bueno!, la vida sin retos ni dudas carecería de sabor. Sé que todos
comprendemos, concebimos e interiorizamos de maneras muy distintas, ¡y aplaudo
eso de la humanidad!, ya que los horizontes se expanden, y aunque los caminos
se fragmenten y los momentos se dividan, terminaremos viendo siempre hacia el
mismo atardecer.
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