viernes, 25 de diciembre de 2015

DECISIONES.

DECISIONES.
Nosotros a Dios,
Y Dios a nosotros.

“El agotamiento de la vida, la extinción de las posibilidades naturales han condicionado esta conciencia. El hombre actual ignora las inmensas posibilidades de su conciencia y se encuentra impotente y vacío. ¡Es necesario resucitar la grandeza perdida, pero transformándola, creándola de nuevo en lo sobrehumano y en lo divino!”.

Henri Lefébvre.
Ensoñaciones Nietzscheanas sobre el asesinato de Dios.

“Cuando veo todo desde una perspectiva irónica, puedo sonreír incluso en los tiempos más obscuros”.

Maximilian de Zalce.

Y dime… ¿qué relación tienes con Dios?

La obvia palabra aludida me hace pensar en un pequeño anciano barbudo sentado en un enorme trono dorado sobre una esponjosa e inmensa nube. Si, lo sé, nunca he imaginado a Dios con esa forma. Si hubo algo que impidiera en mi crecimiento una obcecación terrible sobre una “formación educacional católica”, fue la flexibilidad que tuvo mi madre para conmigo en ese ámbito. Como muchos en nuestro país, yo estuve en mi niñez en este proceso llamado primera comunión, pero más allá de ser una experiencia estricta o aburrida, yo la recuerdo como un conjunto de esporádicas salidas a la iglesia donde tenía que recitar un montón de palabrejas que en esos instantes no me significaban nada, para luego jugar con tarjetas coleccionables o ir al cine. Durante mucho tiempo me cuestioné este detalle acerca de mis dudas ante la existencia de Dios, o al menos, el porqué no me creaba ningún conflicto el preguntármelo, hasta que comprendí que aunque hubiera tenido ante mí una iglesia, estatuas, ventanales, cánticos y alabanzas, yo comprendía que Dios no estaba en ninguna de esas cosas. Todos los seres humanos de este mundo, hombres y mujeres por igual, nos sorprendemos de diferentes cosas en distintas etapas de nuestra vida, ergo, el proceso de comprensión de cada una es distinto en cada ser. Por ejemplo, el despertar de la sexualidad en el cuerpo producirá asombro en algunos, y en otros no, lo cual no implica indiferencia, sino diversos procesos de interiorización para cada uno, debido a que si para unos puede implicar un gran conflicto tal cuestión, otros simplemente lo hacen consciente dentro de su quehacer cotidiano. Algo similar me sucedió con este personaje llamado Dios. Por cómo me lo pintaron, cómo me lo contaron, pude concebirlo y deducirlo como el ser más grande, por encima de todo lo demás, sin embargo, hasta ahí deje zanjado el asunto, ya que de niño nunca me llamó la atención el tema, hasta que a posteriori, empecé a hacerme preguntas no sólo de su validez existencial, sino el significado y conocimiento del mismo.
¿Creo en Dios? Cuando empecé a preguntármelo entré en muchos conflictos, hasta que mi madre, en su muy peculiar entender, me explicó que si el amor existe, entonces también lo hace Dios, porque ambos, son la misma cosa. En sí, la fórmula era sencilla, y tenía mucho más sentido de lo que me explicaban los curas de las iglesias al castigarme a mí y a mis amigos cuando nos cachaban jugando a las cartas, pero empecé a complicármela mucho más cuando empecé a preguntarme sobre qué es el amor, y al tratar de responderme, lo ligué con muchísimas cosas, como la amistad, la esperanza, la compasión, y demás. De igual forma, cuando me cuestioné sobre el infierno, siendo esta una creación misma del Dios que había concebido desde mi infancia, también impliqué la existencia del mismo a otras cosas, llegada a la conclusión de que si éste era la vida misma, también era odio, ira, envidia, lujuria, y muchas otras cosas. Obtuve resultados un tanto abraxianos de esas preguntas, siendo que si bien y mal, diablo y ángel, luz y obscuridad, eran parte del mismo ser, fui conflicto tras conflicto, duda tras duda, hasta que en mi adultez, leí el cómic de Spawn, hecho por el dibujante de Image Comics, Todd McFarlane.
En esta historia, además de trazar una guerra milenaria entre las fuerzas celestiales e infernales, se trata mucho el tema de cómo las decisiones crean nuestro propio infierno o nuestro propio paraíso, destruyéndonos y creándonos continuamente, produciendo consecuencias en nuestro alrededor, que no siempre estamos decididos a enfrentar.
Aunado a esto último, con el debido respeto para todos aquellos creyentes de la religión católica sí es que sienten alguna ofensa, y con la contradictoria acentuación de que no me interesa en lo más mínimo, tales argumentos utilizados en esa novela gráfica me permiten ligarme a una ocasión donde escuché las experiencias de una chica, quien sumida en el completo vicio decidió entregar su devoción a Dios debido a que ella ante una situación traumática, empezó a ser consciente de un buen número de señales divinas, que le decían que debía cambiar de rumbo. Tales afirmaciones me recordaban a cómo mi madre, cuando nos sucedía algo provechoso, agradecía a la estatua de la virgen diciendo que todo era gracias a ella, porque nos dio la suerte que necesitábamos; yo me preguntaba, ¿cómo podían siquiera relacionar una cosa con la otra?, ¿cómo era posible que vieran la obra de un ser divino en situaciones donde por lógica predominaba la casualidad y el efecto? Pero me di cuenta que tal pensamiento era producto del miedo a no tener la razón, y no ver la sencilla verdad: el orden de los factores, no altera el resultado definitivo. El gran bosquejo de la respuesta que buscaba, una respuesta encontrada e ideada por mí, yace en un ensayo titulado “mi origen de la existencia”, y ahora más que nunca, es imperativo compartírselo a todos.

La existencia es uno mismo.

Infinito reflejo de nuestro sufrimiento y equilibrio.

El gran poder, se fragmentó en posibilidades,

Y en toda historia yace el eterno viajero.

El caos regresa, y con ella, sus hijos;

Silencio y verdad nos harán libres,

Haciendo nacer al monstruo o al héroe.

Los límites recaen en la indecisión,

Y el renacer vendrá en el imaginar.

Donde la humanidad cayó en imposibles,

Sólo la decisión creará vida donde antes hubo nada.

La creencia siempre nos llevará al mismo punto, como la observación de un mismo objeto (una silla, por decir algo), desde perspectivas diferentes. El que uno vea obra celestial o señales divinas en algún instante de su existencia, creo que la verdadera mano de Dios se ve implicada en la significación que haces de tales momentos; cosas en nuestra realidad inmediata hay miles, pero sólo tú, tienes la habilidad de interiorizarlos de determinada manera que hagan impacto en tu ser, y de ahí aprendas algo. Por lo tanto, Dios, esta gran fuerza unificadora, esta gran energía universal, no es otra cosa que tú mismo, al momento de elegir. Con esto último, no quiero decir que no crea en la existencia de estos grandes poderes en el universo, pero a veces, buscamos tanto en el infinito dichas presencias, que olvidamos mirarnos el espejo, y concebirlos como reales en nuestro interior. Dios es sólo una palabra, una muy bella y quizá muy importante, pero no es en esencia real lo que conlleva e implica, ya que los seres humanos hemos dado nombres tan diversos a aquello en lo que creemos a lo largo de la historia, a tal grado, de imponer al mejor por sobre los otros.
Si comprendí que sólo mi ser podía unir lo divino y lo demoniaco a través de mi perspectiva, ¿por qué me sería difícil imaginar, concebir y creer, en que existen muchos caminos para llegar a la plenitud? Los caminos del héroe son tan ilimitados, pero obvio, sólo unos pocos le darán los coscorrones necesarios para que aprenda lo que tiene que aprender. Es tan dulce saber cómo los seres humanos somos tan de lo mismo, que hasta salimos diferentes.
Lo curioso es cómo al ser tan sencillo de comprender, muchos deciden no hacerlo, debido a que hay una diferencia abismal entre estar en equilibrio, y creer estar en equilibrio, ¡pero bueno!, la vida sin retos ni dudas carecería de sabor. Sé que todos comprendemos, concebimos e interiorizamos de maneras muy distintas, ¡y aplaudo eso de la humanidad!, ya que los horizontes se expanden, y aunque los caminos se fragmenten y los momentos se dividan, terminaremos viendo siempre hacia el mismo atardecer.

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