LA BELLEZA DEL TERROR
(Suspiro lujurioso en lírica libre)
La silueta no limita tu tiempo
Pues tus sombras desbordan tus encantos.
Recuerdo haberte visto aquella tarde,
Donde la luz y la obscuridad se acarician entre sí.
El brillo sombrío bañaba tu bella figura;
Tu feminidad palpitante me cautivaba
Entre colmillos arácnidos y caricias dulces.
Tus andanzas de seducción y tus
prisiones de pecados.
Me quemaban tus caricias como flamas en el viento nocturno.
Tus risas me provocaban espasmos
Que me sabían a sudores, a tierra olvidada y a lluvias
mañaneras.
Tu aliento de bosques tristes que
guardan historias sin final,
Amoríos trágicos, palabras histéricas,
sonrisas frías
Golpes secos, gritos sin oyente,
gemidos forzados,
Justicia cansada, miradas encendidas,
colores sin voz,
Música olvidada, éxtasis huecos,
masacres tenues,
Pesadillas melodiosas, risas en el
viento, noches de fornicación
Y promesas sin cumplir.
Amaneceres de silencio, silencio, silencio…
En tus sonrisas conocí demonios de la
vida y ángeles de la muerte.
Conocí lo que era la dicha y conocí lo que era la tristeza.
Tu vientre en celo, deseoso, llamándome
con canciones y lloriqueos
Que representaban obras de actos miles
anhelando lanzar hijos
Al espacio y a todos sus cometas.
A tus bellos pies me rendí cuando entre
lamentos me encontraste,
Besándolos como voto de devoción a tu
presencia que irradiaba
Noches insomnes y paseos cotidianos.
Encendiéronme tus grandes glúteos los
cuales me negaste con
Palabras afiladas como cuchillos de héroes.
Abracé tus cabellos de truenos a media
noche y a murmullos bajo la cama,
Arrullé en mí tu mirada de demencia
espectral y posesión onírica la cual me vendiste
A cambio de mi alma y de mi cordura.
En mi estado de gritos y súplicas,
volviste la mirada para ver que tu reino se dividía,
Luces y sombras terminaban su comedia
dando paso al cielo y al infierno de cada hombre,
E iniciando mi purgatorio y mi elección al sentir tu
partida.
Un fugaz beso en los labios con sabor a
rechazo y a máscaras blancas
De hipocresía y violencia.
A la luz lunar me enseñabas la espalda
–alevosa belleza- donde a voz
Ronca pedía piedad por tu mano.
Es cierto que amantes he tenido muchas,
Pero sólo tú me has permitido sentir a
la muerte sintiéndome vivo.
Maximilian de Zalce.
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