miércoles, 27 de abril de 2016

Un ensayo.

La eterna transformación humana.
Susurros redentores sobre la existencialidad y la contradicción.


Vivimos en la era de las posibilidades.


¿Es el amor un llamado a la vida?, ¿son las elecciones una manifestación del caos primordial?, ¿es la existencia una escenificación donde persiste en un solo actante la realidad protagónica y la antagónica?, ¿es la imaginación humana un camino importante para la superación de todo límite, hasta alcanzar la divinización? Las preguntas, como el fruto prohibido que nos alejó de una quieta inmortalidad, nos arrojan sin retorno a las profundidades más claras de nuestro ser. Me he sorprendido a mí mismo, en reiteradas ocasiones, la facilidad con la que vislumbro el universo sobre la palma de mi mano, y cómo tal realidad se extiende por caminos infinitos. ¿A dónde nos llevan esas posibilidades?, ¿qué mundos somos capaces de escuchar, de oler, de sentir, a través del caos y el equilibrio?, ¿sería imposible romper las limitaciones que dividen la imaginación de la realidad? Lo dudo mucho, porque si me atreviera a ponerme en el papel de Dios, como el gran escritor, yo no dotaría a mis personajes de límites que no pudieran trascender.
Mi pensamiento es asaltado por una vorágine de incógnitas, y en medio de tal griterío, me dejo concebir un azar latente, pero sin abandonar la creencia de la nula casualidad. ¿Qué es un artista?, ¿qué implica serlo?, ¿cuál es su propósito?, ¿qué consecuencias trae su sola creación? Responder esas dudas sería tanto como responder otras: ¿qué es ser héroe?, ¿qué es ser asesino?, ¿qué es ser virtuoso?, ¿qué es ser pecador? Tantos dilemas distintos, sin ser concluyentes, todos bajo la sola perspectiva de una gran verdad: todo está cambiando.
Yacemos en una época de extraordinarios sucesos para el espíritu humano, siendo mudos testigos de cómo viejos balances se destruyen, y nuevas formas emergen de sus cenizas. Las manifestaciones inequívocas del poder supremo, la conciencia prima que rodea a todos los seres vivientes de todos los mundos concebidos por la imperceptible y subestimada habilidad de la imaginación, nos hace cuestionarnos, hoy más que nunca, ¿cómo se llama aquello que ha sido llamado a lo largo de la humanidad, por mucho nombres? A lo largo de nuestra historia nos hemos cuestionado la existencia de un algo más prodigioso, un elemento sintiente más allá de toda lógica o raciocinio, una energía penetrante que dio lugar a todas las cosas. Como tal, alocada, poderosa, viva, aquello se ha manifestado en diversos rincones del cosmos, por lo que ha sido interpretado en muchas maneras por diversos seres, siendo bautizada por muchísimos nombres. Debe ser indudable nuestra unión con lo divino, con aquello, siempre y cuando pase antes por una decisión consciente, sin apresurar, cabe decirlo, los múltiples procesos que eso conlleve. ¿Qué intento decir con todo esto?, ¿disparates?, quizá, en mí no sería algo nuevo, pero trato de expresarlo con la mayor importancia, porque es necesario hacerlo. Las posibilidades existen, son reales, viven, si uno decide ello. ¿Yo lo he decidido? Eso es aún más complicado.
A un nivel exclusivamente literario, jugar con las posibilidades y su realidad, me permite un proceso creador más libre, más disfrutable, y con resultados sorprendentes. Pero a un nivel vivencial… ¿qué tan peligroso sería el concebir mundos más allá de nuestro entendimiento?, ¿y qué peligros conllevaría el no hacerlo?, ¿qué responsabilidad recae sobre mí, como creador de historias, como escritor, el mantener en el filo de la navaja tales interrogantes?, ¿en qué me convertiría?, ¿en un joven de fe?, ¿en un mentiroso?, ¿un delirante?, ¿un idealista?, y en un caso hipotético, ¿el aceptar tales ideales, no sería un llamado masivo hacia todos esos mundos imposibles?, ¿qué me atemoriza?, ¿la realidad…?, ¿o la irrealidad? Muy interesante, ¡en demasía!, más cuando sientes que ya has tomado dicha decisión desde hace mucho tiempo.
¿Qué implica esta gran era de las posibilidades?, ¿qué significa el adentrarse a ella? Algo muy simple: incansable búsqueda de los auténticos límites. La constante evolución ideológica de todo ser viviente lo lleva a superar lo imaginable y lo inimaginable, conociendo lo milagroso como lo aterrador del existir. Honremos el pasado, y comprendamos muy bien que éste jamás nos abandona mientras tengamos una noción de ello en nosotros mismos, pero el ensayo general ha concluido, los libretos se guardan, el gran telón se abre, y llega la hora de actuar.
Un nuevo camino apenas comienza, y donde varios héroes y elegidos nos indicaron el camino al umbral más próximo, nos toca decidir a las generaciones futuras si cruzarlo o no. Sé que estas radicales palabras son dignas de un predicador obsesivo y cerrado, por lo que quiero afirmar que estas palabrerías, dichas de la manera más inocente, no son nada novedosas, debido a que la existencia siempre ha permanecido en constante cambio, sólo que una vez más, todos juntos, atravesamos hacia una nueva época, quizá una de las más duras de todos los tiempos.
Donde exista un dios, existirá un demonio; donde exista un héroe, existirá un villano; dónde exista un artista, existirá un títere; donde exista un protector, existirá un destructor. Al filo de la propia humanidad, se topará uno con una locura hipnotizante, donde incluso en los ojos de la monstruosidad, verás reflejada tu más sincera sonrisa.
“Desde su nacimiento la figura del héroe ofrece la imagen de un nudo en el que se atan fuerzas contrarias. Su esencia es el conflicto entre dos mundos”, certeras palabras del poeta Octavio Paz, pero debo añadir, en tono de pregunta, ¿sólo un par de mundos?, ¿acaso no hice hincapié en esta infinidad imaginativa y creadora?, en este afán de locura, capaz de generar el beso más tierno o el genocidio más trágico, el ser humano es capaz de fragmentar la realidad en posibilidades, ¡de todo tipo!, siendo digno homenaje a su interior en diferentes niveles. El placer y el dolor arden en nuestra alma, por lo que nos es sencillo concebir no sólo una dualidad, no sólo una totalidad, ni siquiera una sola universalidad, sino toda una existencialidad, que muchas veces, tanto en un hacer cotidiano como heroico, cae en una enorme contradicción, la eterna batalla de nuestra mente.
Siendo enemigos tan acérrimos, y a la vez, tan parecidos, estos contrincantes milenarios dentro de la psique origen de la humanidad, uno se pregunta, ¿qué resultará de esta gran batalla?, ¿existirá un ganador?, ¿qué se destruirá y qué permanecerá? Nadie lo sabe, sólo podemos hacer continuas suposiciones, y esperar una gran transformación, no sólo para toda la existencia, no sólo para toda la realidad, sino para nosotros mismos.
El arte, como creación, debe aspirar a una trascendencia más elevada, más allá del dominio de la técnica o la evocación de emociones. El arte con el propósito de inspirar el cambio, promover la reflexión, y transformar el interior del ser hacia su máximo potencial. Obviamente, hay que comprender las consecuencias de una libre interpretación, cuando se interioriza una obra bajo una postura únicamente personal. No estoy en contra, sépanlo desde este instante, en este peculiar proceso de interpretación, sólo que me es interesante cómo la habilidad interpretativa puede hacer la diferencia entre una cosa y otra, siendo que existen aspectos que deben estudiarse. Profundicemos en cómo la propia destrucción y violencia ha motivado a construir obras que han quedado para la posteridad, y es innegable ver en algunas un rayo de esperanza, que aspira hacia algo superior, pero existen otros casos en los cuales, obras que tenían la mejor intención, o por lo menos, estaban más encaminadas en temáticas filosóficas, fueron interpretadas de tal forma, que provocaron muerte, masacre, incluso genocidio. Ejemplos de esta última parte no me faltan, ¿pero cuál sería el caso de nombrarlos?, estoy segurísimo que muchos conocen ejemplos específicos de tal problemática, por lo que cabe decir, a la luz de tal evidencia, la importancia y responsabilidad que supone la fabricación de un mensaje, aunado a la creación de una obra artística.
La contradicción ha permanecido en la vida humana desde sus orígenes, adoptando diversas apariencias en los diferentes aspectos de su continuidad, y puedo decir inequívocamente que, aunque pueda existir un propósito constructivo al vislumbrar tal enfrentamiento interior, siempre debe existir un momento decisivo, un instante climático donde uno se detiene, y dirige su rumbo visualizando un cruce. Creo en lo que hago y decido construir a partir de ello… ¿con que propósito?, el de decir que nuestra existencia se transforma, ¿hacia dónde?, sólo uno lo sabe. Con un interior tan extenso e infinito, ¿qué posibilidades despiertan? Sigamos cambiando. Sigamos viviendo.

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