martes, 6 de octubre de 2015

HDP.

HACEDOR DE PELÍCULAS.
                                                                                                  
“¡Eres un tonto, Ned!, ¡Un estúpido! ¡Imbécil, imbécil, imbécil!” Estas eran las palabras que se repetía incasablemente un joven de 19 años, mientras veía su rostro cubierto de lágrimas frente al espejo. Ya no recuerda cuánto tiempo había estado mirándose a sí mismo, tratando de comprender aquella presión tan irreconocible dentro de su pecho, pero que se extendía profundamente como raíces de puro dolor agónico.
Sus manos le temblaban de manera aterradora, su garganta emitía apenas sonidos incomprensibles, y su mandíbula permanecía tan fuertemente cerrada, que algunos de sus dientes sufrían quebraduras superficiales, pero todo eso a él no le importaba, todo sea por amainar la furia que le provocaban las reacciones de su cuerpo, todo sea por aminorar la vergüenza de tener aún una potente erección con sólo recordar a la causante de su humillación y deshonra. Con el sonido repetitivo de sus uñas rasgando la madera de su asiento, le permitió que su mente viajara, no sin menos tortura, por los abismos de sus recuerdos, sólo para verse a sí mismo en el momento en qué ocurrió todo, el instante en que ella, le provocó tan furioso trance.
Era sólo otra clase, la última de aquel día, pero la favorita de muchas alumnas de esa universidad, ya que repasaban sus notas, discutían algunas teorías, además de que se retocaban a ellas mismas, sólo para llamar la atención del joven profesor que acababa de entrar, saludando a todos los presentes. La clase era Apreciación Cinematográfica, impartida por Emiliano Palmilla Alba, el mejor profesor de todas las instalaciones, ya que no se especializó en una sola área como comunicación, sino que también se paseó por derecho, diseño, ingeniería en sistemas, filosofía y letras, entre muchos otros.
Ned también estaba en esa clase, no por gusto propio, ya que necesitaba estar en esa clase para acreditar la materia que le hacía falta, y poder pasar a cursos superiores; lo que no se esperaba, era el tener que tomar esa clase con puras mujeres, las cuales había desde 17 hasta los 27 años.
Por su parte, su amiga de toda la vida, Sharon, trataba de hacer conversación con él preguntándole su opinión emic (experiencia interior sobre una puesta cinematográfica) acerca de algunas películas de época, sin embargo, Neddy, como ella en primer lugar le puso de cariño, fingía prestarle atención, ya que estaba más concentrado en un libro de aplicación mecatrónica para estructuras virtuales.
Una vez que el profesor puso todo su material en orden, instalando el cañón para proyectar algunos retazos de películas y explicarlas a la clase, se formó un debate serio sobre el análisis interpretativo que se podría sacar de ello. Al terminar un breve interludio, y mostrar una escena sangrienta de una película de horror conocida, el debate entra en sesión, y la primera mujer en levantar la mano, es el motivo de las penas de Ned; el hecho de que el profesor le haya cedido la palabra a Eliuth Flores, fue suficiente para que el chico dejara sus cavilaciones tecnológicas en otro rincón de su mente, y le pusiera atención a la dueña de sus sueños húmedos.
Eliuth Flores tiene 25 años de edad, y es considerada por muchos la mejor alumna no sólo de la clase, no sólo de la universidad, sino incluso de toda la ciudad. Pelirroja, de ojos grises, con un cuerpo alto y definido, el cual no tiene problemas en relucir con diferentes atuendos que la hacen lucir todavía más sexy, aunque se ha visto que tiene una preferencia peculiar por las botas de tacón alto ceñidas hasta la rodillas, pantalones de mezclilla ajustados, y blusas cortas que dejen descubiertos su ombligo, hombros, y un enorme escote.
Ella posee las calificaciones más altas en toda la historia que lleva la universidad de haberse construido, ya que, eso si, su belleza exterior, sólo es superada por una hermosura intelectual, ya que ella se especializa en diversas áreas de interés, como la política, la arquitectura, el diseño de revistas y periódicos, técnicas de redacción y creación literaria, filosofía, astronomía, combate, mercadotecnia, además se rumorea por ahí, que también ha entrado recientemente a los campos del misticismo. En resumen, no hay nada, ninguna área a la cual no haya entrado y no llegue a dominar en poco tiempo. Ha logrado tantos proyectos, tan impresionantes, que el hecho de que ella sea multi-millonaria, queda en segundo plano; en broma una vez le dijeron que ella logra lo que hace porque es rica, y ella lanzando una risa suave que estremeció hasta al más maduro, dijo que todos son ricos en cierta forma, sólo que ella aprovechaba al cien por ciento lo que tenía. Es por esa frase, además de diversas razones, que Ned, quedó prendado de esta suprema diosa de la inteligencia.
Además de tener una inteligencia enorme, ella es sumamente creativa e intuitiva, y aunque tiene millones de ocupaciones a la vez, siempre se le ve impecable, con una frescura que desborda confianza y autoridad, siempre con paso orgulloso y coqueto a donde quiera ir. Las propuestas de noviazgo, e incluso de matrimonio, le sobran, pero ella siempre las descartó con cortesía y respeto.
Ned se sentía miserable, y lo supo desde el primer momento en que ella le habló por primera vez, cuando él había ayudado a un grupo a editar un cortometraje para un proyecto final; los mejores cortometrajes se proyectaron en una sala de cine, y entre ellos, Eliuth los presenció. Aunque el equipo se ganó un diez rotundo en términos de la materia, ella dio críticas duras y fuertes con la composición del filme, creyendo que una calificación más merecedora para ese cortometraje sería 7; a pesar de ello, cuando los demás miembros del equipo se sintieron humillados frente a ella, se acercó a Ned, y le sonrió. ¿Tú te encargaste de la edición? El con suavidad asintió, esperando un reproche rotundo, “Me gustó tu técnica. No es impecable, pero tu edición fue de los puntos buenos que llegué a detectar; buen trabajo”. A Ned, casi le da un orgasmo al escuchar esas palabras.
Una vez que el debate llegó a su fin, Ned fue devuelto a la realidad para escuchar que para proyecto final, el grupo se dividiría en equipos para hacer un cortometraje; Eliuth, aunque en su rostro rara vez se dibujara una sonrisa cuando se habla de trabajo, le brillaron los ojos por un momento, ya que de entre todas sus especialidades, su favorita era la creación cinematográfica. El profesor dio tiempo para que formaran los equipos, y Ned, en su inocente entender, creyó que ésta era su oportunidad; mientras ignoraba la petición de su amiga para formar un equipo, y las demás chicas del salón le pedían al profesor su número para invitarlo a salir, él fue hasta donde estaban reunidos Eliuth, y otras cinco alumnas, maduras y serias, que para la aludida eran de su agrado para concluir el proyecto. Todas dejaron de hablar de un esquema que había armado Eliuth en cinco minutos distribuyendo el trabajo, para mirar a Ned seriamente. Éste se sintió nervioso, incluso estúpido por llegar hasta ahí: ya ni modo, pensó.

–Hola… –dijo después de un rato–. Pues este…me preguntaba… ¿habría la posibilidad de que pudiera estar en su equipo?

Fue Eliuth la que habló, tajantemente.

–Lo siento. Tú no me sirves para este proyecto; además, los puestos que puse ya están asignados –dijo con dureza, sin mostrar expresión–. Así que si no te molesta, te pediría que te retiraras.

Ned automáticamente se movió de su lugar, volviendo a su asiento, pero pareciera que su alma se quedó destrozada en el mismo sitio donde escuchó esas palabras. Cuando su amiga Sharon fue a ver cómo estaba, éste rápidamente salió del salón, en silencio, y salió de la escuela, deseando que algo en este universo lo pulverizara para no dejar rastro, evitándose toda la tortura del dolor en sus entrañas.

Y así está desde entonces.

Llegó a su casa, ubicada en una de las zonas menos populares de la ciudad; se encerró en su habitación, acurrucándose en la parte más obscura debajo de las escalerillas que daban hacia a la terraza de su casa. Ahí se quedó hasta que los cielos se volvieron negros, y el día se volvió noche. Sus padres, quisieron preguntarle qué tenían, pero por más que insistieron y amenazaron, la puerta de Ned nunca se abrió.
Ned llegó a percibir, apenas, cómo golpeaban a la ventanilla de su cuarto. Era Sharon, y él lo sabía, después de todo, habían sido amigos cerca de un año, y en ese tiempo, en los momentos más difíciles, nunca le había abandonado. Ella le insistía que la dejara entrar para poder hablar del asunto, ya que ella comprendía el porqué de su estado; Ned estaba prendado de Eliuth, y que él recibiera tal comentario de ella es un golpe muy duro, algo que no era fácil para él, aunque eso no quitaba, y eso lo comprendía muy bien, que estaba exagerando todo el asunto. Sharon dejó de golpear, y se abrigó bien contra el frío; se recostó al lado de la ventana, sacó un cigarrillo, y lo encendió mirando al cielo y todas las estrellas que había.
Sharon lo comprendía a la perfección, y mientras llenaba sus pulmones con todo ese seductor y letal humo, aceptaba con cruel ironía el saber cómo sentirse ignorada ante alguien a quién quieres. Se rió un poco de la situación, pero eso no hizo que se volviera menos dolorosa. Desde ya hace tiempo había deducido que le gustaba Neddy, y quería estar con él, pero eso era imposible mientras éste tuviera ojos sólo para Eliuth. Ese pensamiento le hizo centrarse en esa mujer, ya que si hubiera sido ella la que recibiera tal comentario, también, quizá, se hubiera sentido mal, después de todo, Eliuth era perfecta en todos los sentidos, maestra de maestras, impecable hasta en los detalles más pequeños; nunca fracasaba en nada.

–Nunca fracasa en nada, ¿verdad? –dijo Sharon al aire, pero Ned escuchaba todo cuanto decía–. ¿Qué pasaría si la gran Eliuth fracasara? Digo, no sé, sería interesante verla así

Se acabó su cigarrillo y volvió a mirar por la ventana; aún no se veía movimiento. Volvió a llamar a Ned, pero no hubo respuesta alguna.

–Para que no te diga esas cosas, debes probarle que eres digno de ella, ¿y sabes cómo vas a hacer eso? Sólo comportándote como el hombre que eres –sabía que fue un poco dura, pero ella debía decirle a Ned lo que debía escuchar–. Eres inteligente, y eres joven, puedes hacer cualquier cosa para llamar su atención…es todo lo que digo. Llámame mañana para ver qué onda con el corto.

Mientras su amiga se iba hacia su casa, las palabras que dijo se quedaron el aire que rodeaba a Neddy; se puso a pensar. Deseaba a Eliuth, la deseaba con un furor que rayaba en el salvajismo inhumano, y al mismo tiempo, él deseaba verse sometido ante tal belleza y divinidad. Las palabras emitidas esta tarde se repitieron dentro de su mente a tal punto que todo esa ceguera excitación se volvió odio desenfrenado, quería verla rendida a él, sometida, ultrajada, pero más importante…vencida. “Nunca fracasa en nada”, ¿no es así? Si la derrotaba aunque fuera sólo una vez en algo, en lo que sea, podría estar en paz. No sería sencillo, ya que ella era perfecta, lo mejor de lo mejor en todo; y fue cuando determinó que tendría que hacer algo descabellado, nunca antes visto para poder derrotarla. ¿Pero qué? Esa era la cuestión. Lo pensó durante un largo rato, y concluyó en algo que podría ser muy riesgosos, pero consideró que con el proyecto del cortometraje sería una buena jugada; si hacía una película mucho mejor que la de Eliuth, estaría en paz consigo mismo…pero el problema era hacerlo.
En ese momento, un presentimiento placentero, algo así como una corazonada, hizo que saliera de su escondite, y fijara la vista en su computador portátil, en su conjunto de herramientas de mecatrónica, uno que otro software para cargar programas de edición, y montones de libros de manejo de sistemas operativos. Fue hasta uno de los cajones de sus muebles, y de ahí sacó montones de carpetas llenas de hojas; ¿qué tenían? Nada más y nada menos que información exacta y recopilada de diversas fuentes sobre Eliuth Flores. Se pasó más de tres horas revisando todo aquello, y la corazonada poco a poco se manifestó en una sonrisa invulnerable en el rostro de nuestro joven, ya que llegó a la conclusión acertada.
Precisamente, Eliuth tenía un dominio impecable sobre otras ciencias, incluyendo la mecatrónica, diseño, edición, y manejo de sistemas operativos, pero todos sus proyectos en esas áreas mostraban sólo eso, el dominio de esas áreas, porque no intentaba ir más allá que saber manejar a la perfección cada sistema. Como muchos, sólo sabía lo que necesitaba de ello. ¡Eureka! Pensó jubiloso Ned. Ahora sólo restaba explotar esa ventaja.
Estaba cansado, pero el inagotable odio y deseo que sentía por aquella mujer le dio las fuerzas necesarias para abrir su ordenador, y empezar a cargar todos los programas que tenía, mientras de un lugar escondido, sacaba otros dos ordenadores portátiles, que igual encendió, y activó los avances de un proyecto secreto en el cual había estado trabajando. Abrió todos los libros de mecatrónica y manejo de sistemas en las fuentes solicitadas, y mientras leía la información necesaria, su mente empezaba a maquinar las modificaciones necesarias para que su proyecto tuviera éxito. Así se mantuvo en su proyecto durante dos semanas, con pocas horas de sueño y poco alimento, ya que todo el plan que estaba trazando lo absorbía completamente, aunque él poco a poco veía los frutos de su trabajo. Compraba todos los libros que pudiera de teoría cinematográfica, descomponía todos los aparatos electrónicos de la casa que pudiera, sólo para que sus padres lo desecharan y así pudiera utilizar las piezas necesarias, además descargaba las mejores películas que pudiera en la red; aunque muchas veces se vio víctima de la fatiga, jamás se rindió, y tan fue así, que el proyecto alcanzó tal tamaño que terminó trabajando con once ordenadores al mismo tiempo, todos concentrando su información en un aparato que había estado construyendo, una extraña y robótica conformación entre una pantalla de plasma, unida a una especie de torre hecha de tubos metálicos, que tenía adherida cuatro escáneres. La tarde en que terminó su gran proyecto, poniéndole los ajustes finales, recibió la visita de una muy molesta Sharon, ya que ella junto con el equipo, habían tenido que hacer todo el trabajo del cortometraje. Ella llegó colocándole en sus manos un disco externo de color azul:

–¡Es una rotunda porquería! Todos los planos están chuecos, las actuaciones muy pobres, y los cambios de escenarios no tienen sentido. Tuvimos que cambiar de extras en muchos casos, con eso te digo todo. ¿Por qué demonios no nos ayudaste?
–Perdóname Sharon –dijo un más cansado que apenado Ned–. Pero he tenido que encargarme de un asunto muy importante. No tengo excusa.
–¡No! ¡Claro que no lo tienes! Pero si crees que voy a quedarme callada aquí sin enojarme, ¡pues te equivocas! Porque yo…yo… –tartamudeó un poco al ver el aspecto cansado de Ned. Tal vez seguía molesta, pero se notaba que su amigo de toda la vida no había dormido, mucho menos comido al ver que había perdido peso. Suspiró tratándose de serenarse–. Mira…yo… ¡me importa una mierda el proyecto!, ¿ok? Estaba preocupada. La última vez que te vi fue cuando la tal Eliuth te dijo…
–¡Eso ya pasó! –le interrumpió rápidamente–. Mira, ahora estoy muy cansado para discutir, pero estoy bien, ¿vale? Yo revisaré lo que hicieron y lo editaré, no te preocupes, ¿si?

Ella no tuvo más opción que hacerle caso, y aún con dudas, se fue de su casa. Después de una comida no tan ligera para recuperar fuerzas, un baño, un descanso de once horas, y encargar una pizza porque aún seguía con hambre, se dispuso a revisar lo que habían grabado: efectivamente, era una porquería, ni cómo arreglar algo así. Fue en ese momento donde recordó su reciente creación, y entonces, llevando la memoria externa a su sótano, que es donde había estado trabajando incansablemente, observó que la carga estaba completa. Conectó la memoria a una de las once computadoras conectadas a su máquina, puso los archivos en el programa que inventó, encendió su aparato, y así, puso a trabajar a su hacedor de películas…


–Excelente proyecto, señor Ned –dijo el profesor Emiliano una vez terminada la revisión de su corto al resto de la clase.

Hubo unos cuantos aplausos respetables, y Ned seguía con su confiada sonrisa mirando a todos; las únicas que se mantenían dudosas de si también recibir el crédito o no, eran las chicas en el equipo de Neddy, en especial Sharon, porque lo que vieron hace unos instantes, no fue nada lo que ella le había entregado al chico aquella tarde. La nitidez era increíble, no excelente, pero si muy buena; las actuaciones fueron realizadas por otros actores que no eran para nada los que se habían contratado para el proyecto; las locaciones eran distintas, con cambios muy marcados; el sonido era fuerte y claro en cada momento; las transiciones eran bastante peculiares, pero eran bastante adecuadas; cada plano era pulcramente formalista, sin dejar de lado el lenguaje semiótico propio de la teoría contemporánea sobre los simbolismos manejados; en resumen, un gran trabajo. Tal fue la calidad del corto, que sólo se vio superado por el trabajo de Eliuth, la cual, sin lugar a dudas, se vio asombrada por algunas tomas que no se esperaba ver en otro corto que no fuera el de ella; fue la primera en dar sus opiniones, mostrando un análisis objetivo del filme, pero nada de lo que dijo fue inesperado para este Ned, quien seguía con su sonrisa alegre.
La clase terminó, con el único anuncio de que estos proyectos serían lanzados en una sala de cine auténtica, pero eso a Ned no le importaba, ya que su plan apenas había iniciado.


Una vez que los cortometrajes estaban listos para ser proyectados, hubo un ingreso de último minuto de un cortometraje de un autor anónimo, aunque ya todos sabemos quién es, ¿no?
Los cortometrajes se presentaron uno tras otro, dejando asombrado al público entero; cuando llegó el momento del cortometraje de Ned, éste abandonó su asiento, yéndose a otro lado, algo que sin dudas fue captado por dos chicas en particular: Sharon y Eliuth. El último cortometraje de la noche fue el de la pelirroja, quien hizo que todo el auditorio prorrumpiera en aplausos, pero antes de que todos pudieran abandonar sus asientos, la pantalla del cine mostró que estaba listo para mostrar un último cortometraje. Esto extrañó a los presentes, en especial a Eliuth, ya que normalmente ella era la última de la noche; sin embargo, decidió reposar un poco más en el asiento, y observar un filme más.

El cortometraje inició, y desde los primeros tres segundos, logró atrapar a todos en el auditorio.

En el minuto uno y dos, la gente se petrificó, se sacudió, y se enfrió. Eliuth sólo permanecía atenta, muy interesada.

En el minuto tres con cuarenta y siete segundos, el público general se rompió en una carcajada general; la pelirroja no podía articular palabra alguna.

Lo que restó hasta el minuto cuatro, y de éste al quinto y sexto, Eliuth, más allá de lo que muchos pudieron haber imaginado, se mantenía inclinada hacia al frente, temerosa de perder hasta el más mínimo detalle de lo que veía.

Del minuto seis, hasta al ocho, con treinta y cuatro segundos, Eliuth se estremeció, gritó en determinado momento, y después, soltó silenciosas lágrimas por su rostro.

Hasta el minuto nueve, y lo que restó del filme, Eliuth estaba anonadada.

¿Qué demonios…es esto? Se preguntaba Eliuth, ¿quién…? Y ese asombro se transformó en curiosidad, lo que permitió que su cabeza se moviera hasta el asiento vacío de Ned. Éste último, se mantenía en una zona escondida, donde podía observar perfectamente las reacciones del público, en especial…las de ella. Las trompetas de victoria clamaban su canción dentro de la mente del joven, hasta el punto de sentir un insano placer al ver los estremecimientos de la rica pelirroja que nunca fracasaba, ante su creación.
Justo cuando estaba por abandonar ese recinto, al voltear vio que una enorme sombra le impedía salir de la habitación; esta sombra lo embistió y lo puso contra la pared, inmovilizándolo a tal punto que sólo podía ver la mirada de su atacante: Eliuth. Sus ojos grises, profundos, lo miraban con una furiosa pasión, con un odio frenético, una mirada capaz de doblegar al más valiente, y es así como Ned se sentía, queriendo tirarse a los pies de esa diosa de rencor y lamer sus botas suplicando un perdón. Finalmente, ella, sólo le susurró estas palabras:

–Ahora debo irme a impartir mis clases de Yoga, pero mañana exactamente a las cuatro pm tengo un espacio de una hora para conversar; quiero que vayas a mi casa a esa hora, ¿comprendes?
–S-si.
–Bien…y felicidades: tu cortometraje de autor anónimo fue el ganador.


La familia flores tenía una hermosa e inmensa mansión en el centro de la ciudad, la cual poseía un enorme y extenso jardín, con un gran estanque; en ese lugar, en una de las tantas mesas con sombrilla, se encontraba Eliuth fumando uno de sus largos cigarrillos mentolados de marca exclusiva, mientras curioseaba una USB que le entregó Ned, al otro lado de la mesa:

–Entonces, ¿el programa sólo funciona cuando está conectado al servidor?
–Exacto –dijo nerviosamente Ned, cautivado por la sensual imagen de Eliuth fumando–. Construí el HDP de tal forma que la carga del programa se distribuya en los diferentes sistemas operativos que alimentan el servidor principal, para que así, el programa no sea lento, y sea rápido en su trabajo.
–¿HDP? –inquirió la chica.
–Si…son las siglas de hacedor de películas…
–Interesante… –dijo inhalando una calada más al cigarrillo y expulsando el humo al aire–. Y este servidor central, diseña todo, desde las locaciones, hasta los mismos personajes, ya sean humanos o animados, ¿no es así?
–Si, funciona con una pantalla de plasma, y cuatro escáneres; los escáneres se encargan de procesar las imágenes necesarias para mi película: lugares, actores, utilería, vestuario, y demás. Luego, los diferentes ordenadores se especializan en darle solidez, volumen, estructura, dinámica, movilidad y apariencia a cada objeto escaneado, con un algoritmo básico de los videojuegos de roles, alimentado con la consistencia de efectos de diferentes programas de edición.  Si quiero hacer parecer que Godzilla destruye la torre Eiffel, puedo hacerlo.
–¿Y lo haces parecer real?
–Eso depende cómo esté calibrado el programa, ya que alimenté todos los algoritmos básicos del HDP con toda la información que pude encontrar de teoría cinematográfica. Con todo eso, con las opciones que me maneja, puedo decidir si hago una película formalista del día de muertos con enfoque contemporáneo haciendo uso de flashbacks y flashforwards, o una película realista de los antiguos mayas jugando con diferentes enfoques del espacio.
–¿Esa máquina tuya te da opciones de todo? ¿Planos? ¿Tomas?
–Sip, con el HDP, tu elijes qué película hacer mejor, y si no gusta, la puedes repetir, sólo tienes que darle la información necesaria, lo cual es muy sencillo. Lo que te puede llevar tres meses de edición, lo puedes hacer en una tarde.

Eliuth estaba sorprendida, por no decir incrédula al ver la USB en sus manos. El poder de crear películas.

–Creo…que Sergei Eisenstein ha de estar retorciéndose en su tumba. Sin mencionar a muchos otros, claro –miró al chico–. Muchos pagarían millones por este invento.
–Pero igual muchos lo odiarían…a los que les gusta el cine me refiero –dijo seriamente–. Aunque eso si, habría menos problemas de neurosis y presupuesto en cuanto a montaje.

Volvieron a quedarse en silencio, y Ned, más allá de ver su creación en manos de alguien más, él sólo podía imaginarse siendo el esclavo sexual de tan beatificada diosa de la inteligencia; la erección que le provocó ese pensamiento casi rompe el zíper de su pantalón:

–Pero aunque la máquina me dio los medios, no fue sencillo –dijo finalmente–. No me gusta el cine, sólo hice lo que cualquier libro de texto sobre arte del cine diría; lo traduje en comandos virtuales y la HDP hizo todo el trabajo.

Ella se terminó su cigarrillo, y miró fijamente a Ned provocándole un nerviosismo más marcado; ella dejó la USB en la mesa:

–Si te diera un guión, ¿podrías hacerme esa película? –le preguntó simplemente.

Ned se quedó sin habla prácticamente, por lo que preguntó lo que quería. Había escuchado bien, y más allá de lo que significaran esas simples palabras juntas, Ned comprendió algo importante: Eliuth, la hermosa, impecable, indomable, millonaria e invencible mujer que todo lo podía, le estaba pidiendo algo a Ned; algo inconcebible…bueno, ni tanto si agregamos el hecho de que él es el chico que creó una máquina que prácticamente puede crear la película que quieras. Al ver cómo éste no hablaba, ella replicó:

–Querías vencerme, ¿no? Bien, lo conseguiste. Te estoy pidiendo tu ayuda –dijo Eliuth tratando de mantener en alto su orgullo. Ned continuó en silencio–. No voy a suplicarte.
–Pero…es que…
–¿Qué más quieres que te diga? Me siento asombrada, incluso humillada por lo que hiciste, tú, un chico de clase baja…
–En realidad, soy clase media…
–¡Como sea! ¿No te das cuenta de lo que hiciste? Con esto, si se usa correctamente, puede cambiar al mundo, revolucionar toda la industria de hacer películas…
–Eso no es exactamente lo que quise…
–¿Qué quieres a cambio?, ¿Dinero? Pon la cifra, ¡te daré lo que sea necesario!

Esa última frase se quedó en la mente de nuestro chico Ned, y no pudo evitar un poderoso torrente de imágenes salidos directamente de todos los sueños húmedos donde él y ella protagonizaban en los actos más calientes y mórbidos que el pequeño inventor pudo llegar a soñar; se hizo el silencio entre ellos, y él, dejando prejuicios y consecuencias, habló:

–Pues…si es tan importante para ti… –dijo reflexionando sobre lo del guión–. Pero si vamos a hacer esto, un guión no me sirve; veme diciendo exactamente lo que quieres, y yo haré que la máquina lo haga.

Eliuth sonrió, y a Ned le parecía más hermosa que nunca.

“Creo que no asistiré a mis próximas clases”, fue todo lo que dijo.


Un teléfono de una casa en la zona rural de la ciudad empezó a sonar apenas entrada la media noche. Una débil y cansada mano tomó el aparato, y lo descolgó, llevándolo al rostro de una somnolienta Sharon. Gruñó preguntando quién era, pero en cuanto lo supo, sus facciones se desperezaron al instante, incorporándose en la cama con renovadas fuerzas:

–¿Neddy? ¡¿Dónde demonios estás?! ¡No me digas que estás con la señorita perfección ahora mismo! –dijo entre preocupada y furiosa, mostrando su ahora nuevo desprecio por la pelirroja. Hubo silencio en la otra línea–. ¡Bueno! Di algo, dime cómo estás, o dónde estás al menos.
–Estoy bien Sharon, estoy en Grecia y…
–¡¿En Grecia?! ¿Y cómo demonios llegaste ahí? No, espera, olvidé con quién estabas. ¿Pero por qué ahí? ¿Qué no sabes que…

Las palabras salidas de los labios de Sharon iban y venían dentro de la mente de Ned; le costaba escuchar o prestar atención en las condiciones tan delicadas en las que estaba. Interrumpió a Sharon, tartamudeando ferozmente:

–Sharon, regresaré en dos días, ¿podemos vernos?

Ese comentario la sorprendió, ¿por qué querría hablar con ella ahora que tenía todo lo que quería? Que era a Eliuth; ante tales palabras no supo hacer otra cosa más que preguntar:

–Oye, Neddy, sé que a éstas alturas parece algo extraño, ¿pero todo bien?
–…Las cosas…las cosas con Eliuth no van bien. ¿Entonces…podemos vernos?
–Seguro Neddy, claro, ¿pero en dónde?
–Te informo cuando llegue; adiós…te quiero.

Y colgó.

Ned metió las manos en su sudadera, tocando suavemente el boleto del último viaje de vuelta a su ciudad natal; se encaminó por las calles a su alrededor, extrañas para él a esas alturas, yendo al aeropuerto más cercano, con la única preocupación de si había tomado la decisión correcta. Al cruzar un puente y detenerse en el medio, sacó una memoria USB de sus pantalones, y la miró atentamente: todo fue por ti, susurró al aire refiriéndose a su creación, al invento que le había permitido cumplir su sueño más anhelado…pero él supuso que el paraíso no es como te lo pintan en el catecismo.
Los últimos meses que pasó junto a Eliuth fueron inolvidables, ya que no sólo pudo viajar hacia muchas partes con su amor platónico, sino que pudo vivir una relación más íntima con ella; al principio eran miradas discretas, luego eran leves caricias, hasta que finalmente el joven, viéndose sucumbido por la constante seducción de su ama y señora, no tuvo más remedio que caer rendido a sus mandatos, sólo para consumar todas esas fantasías silenciosas que se había imaginado, con una mano e imaginación, dentro de una habitación solitaria. Ella nunca le habló de amor, pero eso al principio a Ned no le importaba, hasta que la misma presión que sintió en aquel día mirándose al espejo se manifestó de una manera más compleja. Él supo la verdad.
Apretó con una moderada rabia la USB, y miró más allá del puente, hacia el río que se extendía hasta donde alcanzaba la mirada; ella sólo lo quería por su invención. El malestar dentro del alma de Ned, no fue por el hecho de saber que lo que vivían en esos instantes, no era amor…sino de saber que nunca fue amor. Incluso la chica de sus eternos pensares ya no es la misma de antaño: antes era la señorita perfección, pero ahora, con la ventajas de su invento, ella ha descuidado mucho sus responsabilidades laborales; ahora, con aparte de sus juegos íntimos, no hace otra cosa que ir a fiestas, bares, restaurantes, mientras Ned hace todo el trabajo indicado por ella. Miró la memoria en su mano y reflexionó, ¿qué pasaría si el mundo conociera mi invento? Se preguntó curioso, ¿acaso la gente se acostumbraría al confort que ofrece su aparato?, no lo sabe, pero si alguien como su amada puede caer en el libertinaje sin sentido, entonces…

Con un lento ademán tiró la USB al río, y caminó otra vez hasta cruzar el puente que tenía delante. Eliuth salió temprano ese día para mostrar ya la “película” terminada a unos amigos suyos, cabezas importantes de la industria del cine, sin embargo, se encontrará con la sorpresa de que el archivo no se reproduce ni puede salvarse, además de que al revisarlo hallará un mensaje oculto, con la letras digitales que conforman la palabra “adiós”. Es mejor así; que ella vuelva a ser quién era antes. Sabe que ella lo odiará, pero eso ya le da lo mismo, porque fueron sus acciones la que la atrajo, la que llamó su atención…no él mismo. Debía apurarse para volver; a veces es mejor la compañía de un solitario espejo en la obscuridad, ya que será el único rostro que te reconocerá por quién eres.

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