HACEDOR DE PELÍCULAS.
“¡Eres un tonto, Ned!, ¡Un estúpido! ¡Imbécil, imbécil,
imbécil!” Estas eran las palabras que se repetía
incasablemente un joven de 19 años, mientras veía su rostro cubierto de
lágrimas frente al espejo. Ya no recuerda cuánto tiempo había estado mirándose
a sí mismo, tratando de comprender aquella presión tan irreconocible dentro de
su pecho, pero que se extendía profundamente como raíces de puro dolor agónico.
Sus manos le
temblaban de manera aterradora, su garganta emitía apenas sonidos
incomprensibles, y su mandíbula permanecía tan fuertemente cerrada, que algunos
de sus dientes sufrían quebraduras superficiales, pero todo eso a él no le
importaba, todo sea por amainar la furia que le provocaban las reacciones de su
cuerpo, todo sea por aminorar la vergüenza de tener aún una potente erección
con sólo recordar a la causante de su humillación y deshonra. Con el sonido
repetitivo de sus uñas rasgando la madera de su asiento, le permitió que su
mente viajara, no sin menos tortura, por los abismos de sus recuerdos, sólo
para verse a sí mismo en el momento en qué ocurrió todo, el instante en que ella, le provocó tan furioso trance.
Era sólo otra
clase, la última de aquel día, pero la favorita de muchas alumnas de esa
universidad, ya que repasaban sus notas, discutían algunas teorías, además de
que se retocaban a ellas mismas, sólo para llamar la atención del joven
profesor que acababa de entrar, saludando a todos los presentes. La clase era Apreciación Cinematográfica, impartida
por Emiliano Palmilla Alba, el mejor profesor de todas las instalaciones, ya
que no se especializó en una sola área como comunicación, sino que también se
paseó por derecho, diseño, ingeniería en sistemas, filosofía y letras, entre
muchos otros.
Ned también estaba
en esa clase, no por gusto propio, ya que necesitaba estar en esa clase para
acreditar la materia que le hacía falta, y poder pasar a cursos superiores; lo
que no se esperaba, era el tener que tomar esa clase con puras mujeres, las
cuales había desde 17 hasta los 27 años.
Por su parte, su
amiga de toda la vida, Sharon, trataba de hacer conversación con él
preguntándole su opinión emic (experiencia
interior sobre una puesta cinematográfica) acerca de algunas películas de
época, sin embargo, Neddy, como ella en primer lugar le puso de cariño, fingía
prestarle atención, ya que estaba más concentrado en un libro de aplicación
mecatrónica para estructuras virtuales.
Una vez que el
profesor puso todo su material en orden, instalando el cañón para proyectar algunos
retazos de películas y explicarlas a la clase, se formó un debate serio sobre
el análisis interpretativo que se podría sacar de ello. Al terminar un breve
interludio, y mostrar una escena sangrienta de una película de horror conocida,
el debate entra en sesión, y la primera mujer en levantar la mano, es el motivo
de las penas de Ned; el hecho de que el profesor le haya cedido la palabra a
Eliuth Flores, fue suficiente para que el chico dejara sus cavilaciones
tecnológicas en otro rincón de su mente, y le pusiera atención a la dueña de
sus sueños húmedos.
Eliuth Flores
tiene 25 años de edad, y es considerada por muchos la mejor alumna no sólo de
la clase, no sólo de la universidad, sino incluso de toda la ciudad. Pelirroja,
de ojos grises, con un cuerpo alto y definido, el cual no tiene problemas en
relucir con diferentes atuendos que la hacen lucir todavía más sexy, aunque se
ha visto que tiene una preferencia peculiar por las botas de tacón alto ceñidas
hasta la rodillas, pantalones de mezclilla ajustados, y blusas cortas que dejen
descubiertos su ombligo, hombros, y un enorme escote.
Ella posee las
calificaciones más altas en toda la historia que lleva la universidad de
haberse construido, ya que, eso si, su belleza exterior, sólo es superada por
una hermosura intelectual, ya que
ella se especializa en diversas áreas de interés, como la política, la
arquitectura, el diseño de revistas y periódicos, técnicas de redacción y
creación literaria, filosofía, astronomía, combate, mercadotecnia, además se
rumorea por ahí, que también ha entrado recientemente a los campos del
misticismo. En resumen, no hay nada, ninguna área a la cual no haya entrado y
no llegue a dominar en poco tiempo. Ha logrado tantos proyectos, tan
impresionantes, que el hecho de que ella sea multi-millonaria, queda en segundo
plano; en broma una vez le dijeron que ella logra lo que hace porque es rica, y
ella lanzando una risa suave que estremeció hasta al más maduro, dijo que todos
son ricos en cierta forma, sólo que ella aprovechaba al cien por ciento lo que
tenía. Es por esa frase, además de diversas razones, que Ned, quedó prendado de
esta suprema diosa de la inteligencia.
Además de tener
una inteligencia enorme, ella es sumamente creativa e intuitiva, y aunque tiene
millones de ocupaciones a la vez, siempre se le ve impecable, con una frescura
que desborda confianza y autoridad, siempre con paso orgulloso y coqueto a
donde quiera ir. Las propuestas de noviazgo, e incluso de matrimonio, le sobran,
pero ella siempre las descartó con cortesía y respeto.
Ned se sentía
miserable, y lo supo desde el primer momento en que ella le habló por primera
vez, cuando él había ayudado a un grupo a editar un cortometraje para un
proyecto final; los mejores cortometrajes se proyectaron en una sala de cine, y
entre ellos, Eliuth los presenció. Aunque el equipo se ganó un diez rotundo en
términos de la materia, ella dio críticas duras y fuertes con la composición
del filme, creyendo que una calificación más merecedora para ese cortometraje
sería 7; a pesar de ello, cuando los demás miembros del equipo se sintieron
humillados frente a ella, se acercó a Ned, y le sonrió. ¿Tú te encargaste de la edición? El con suavidad asintió, esperando
un reproche rotundo, “Me gustó tu
técnica. No es impecable, pero tu edición fue de los puntos buenos que llegué a
detectar; buen trabajo”. A Ned, casi le da un orgasmo al escuchar esas
palabras.
Una vez que el debate llegó a su fin, Ned fue
devuelto a la realidad para escuchar que para proyecto final, el grupo se
dividiría en equipos para hacer un cortometraje; Eliuth, aunque en su rostro
rara vez se dibujara una sonrisa cuando se habla de trabajo, le brillaron los
ojos por un momento, ya que de entre todas sus especialidades, su favorita era
la creación cinematográfica. El profesor dio tiempo para que formaran los
equipos, y Ned, en su inocente entender, creyó que ésta era su oportunidad;
mientras ignoraba la petición de su amiga para formar un equipo, y las demás
chicas del salón le pedían al profesor su número para invitarlo a salir, él fue
hasta donde estaban reunidos Eliuth, y otras cinco alumnas, maduras y serias,
que para la aludida eran de su agrado para concluir el proyecto. Todas dejaron
de hablar de un esquema que había armado Eliuth en cinco minutos distribuyendo
el trabajo, para mirar a Ned seriamente. Éste se sintió nervioso, incluso
estúpido por llegar hasta ahí: ya ni
modo, pensó.
–Hola…
–dijo después de un rato–. Pues este…me preguntaba… ¿habría la posibilidad de
que pudiera estar en su equipo?
Fue
Eliuth la que habló, tajantemente.
–Lo
siento. Tú no me sirves para este proyecto; además, los puestos que puse ya
están asignados –dijo con dureza, sin mostrar expresión–. Así que si no te
molesta, te pediría que te retiraras.
Ned
automáticamente se movió de su lugar, volviendo a su asiento, pero pareciera
que su alma se quedó destrozada en el mismo sitio donde escuchó esas palabras.
Cuando su amiga Sharon fue a ver cómo estaba, éste rápidamente salió del salón,
en silencio, y salió de la escuela, deseando que algo en este universo lo
pulverizara para no dejar rastro, evitándose toda la tortura del dolor en sus
entrañas.
Y
así está desde entonces.
Llegó a su casa, ubicada en una de las zonas menos
populares de la ciudad; se encerró en su habitación, acurrucándose en la parte
más obscura debajo de las escalerillas que daban hacia a la terraza de su casa.
Ahí se quedó hasta que los cielos se volvieron negros, y el día se volvió
noche. Sus padres, quisieron preguntarle qué tenían, pero por más que
insistieron y amenazaron, la puerta de Ned nunca se abrió.
Ned llegó a percibir, apenas, cómo golpeaban a la
ventanilla de su cuarto. Era Sharon, y él lo sabía, después de todo, habían
sido amigos cerca de un año, y en ese tiempo, en los momentos más difíciles,
nunca le había abandonado. Ella le insistía que la dejara entrar para poder
hablar del asunto, ya que ella comprendía el porqué de su estado; Ned estaba
prendado de Eliuth, y que él recibiera tal comentario de ella es un golpe muy
duro, algo que no era fácil para él, aunque eso no quitaba, y eso lo comprendía
muy bien, que estaba exagerando todo el asunto. Sharon dejó de golpear, y se
abrigó bien contra el frío; se recostó al lado de la ventana, sacó un
cigarrillo, y lo encendió mirando al cielo y todas las estrellas que había.
Sharon
lo comprendía a la perfección, y mientras llenaba sus pulmones con todo ese
seductor y letal humo, aceptaba con cruel ironía el saber cómo sentirse
ignorada ante alguien a quién quieres. Se rió un poco de la situación, pero eso
no hizo que se volviera menos dolorosa. Desde ya hace tiempo había deducido que
le gustaba Neddy, y quería estar con él, pero eso era imposible mientras éste
tuviera ojos sólo para Eliuth. Ese pensamiento le hizo centrarse en esa mujer,
ya que si hubiera sido ella la que recibiera tal comentario, también, quizá, se
hubiera sentido mal, después de todo, Eliuth era perfecta en todos los
sentidos, maestra de maestras, impecable hasta en los detalles más pequeños;
nunca fracasaba en nada.
–Nunca
fracasa en nada, ¿verdad? –dijo Sharon al aire, pero Ned escuchaba todo cuanto
decía–. ¿Qué pasaría si la gran Eliuth fracasara? Digo, no sé, sería
interesante verla así
Se
acabó su cigarrillo y volvió a mirar por la ventana; aún no se veía movimiento.
Volvió a llamar a Ned, pero no hubo respuesta alguna.
–Para
que no te diga esas cosas, debes probarle que eres digno de ella, ¿y sabes cómo
vas a hacer eso? Sólo comportándote como el hombre que eres –sabía que fue un
poco dura, pero ella debía decirle a Ned lo que debía escuchar–. Eres
inteligente, y eres joven, puedes hacer cualquier cosa para llamar su
atención…es todo lo que digo. Llámame mañana para ver qué onda con el corto.
Mientras su amiga se iba hacia su casa, las palabras
que dijo se quedaron el aire que rodeaba a Neddy; se puso a pensar. Deseaba a
Eliuth, la deseaba con un furor que rayaba en el salvajismo inhumano, y al
mismo tiempo, él deseaba verse sometido ante tal belleza y divinidad. Las
palabras emitidas esta tarde se repitieron dentro de su mente a tal punto que
todo esa ceguera excitación se volvió odio desenfrenado, quería verla rendida a
él, sometida, ultrajada, pero más importante…vencida. “Nunca fracasa en nada”, ¿no es así? Si la derrotaba aunque fuera
sólo una vez en algo, en lo que sea, podría estar en paz. No sería sencillo, ya
que ella era perfecta, lo mejor de lo mejor en todo; y fue cuando determinó que
tendría que hacer algo descabellado, nunca antes visto para poder derrotarla. ¿Pero qué? Esa era la cuestión. Lo pensó
durante un largo rato, y concluyó en algo que podría ser muy riesgosos, pero
consideró que con el proyecto del cortometraje sería una buena jugada; si hacía
una película mucho mejor que la de Eliuth, estaría en paz consigo mismo…pero el
problema era hacerlo.
En ese momento, un presentimiento placentero, algo así
como una corazonada, hizo que saliera de su escondite, y fijara la vista en su
computador portátil, en su conjunto de herramientas de mecatrónica, uno que
otro software para cargar programas de edición, y montones de libros de manejo
de sistemas operativos. Fue hasta uno de los cajones de sus muebles, y de ahí
sacó montones de carpetas llenas de hojas; ¿qué tenían? Nada más y nada menos
que información exacta y recopilada de diversas fuentes sobre Eliuth Flores. Se
pasó más de tres horas revisando todo aquello, y la corazonada poco a poco se
manifestó en una sonrisa invulnerable en el rostro de nuestro joven, ya que llegó
a la conclusión acertada.
Precisamente, Eliuth tenía un dominio impecable sobre
otras ciencias, incluyendo la mecatrónica, diseño, edición, y manejo de
sistemas operativos, pero todos sus proyectos en esas áreas mostraban sólo eso,
el dominio de esas áreas, porque no intentaba ir más allá que saber manejar a
la perfección cada sistema. Como muchos, sólo sabía lo que necesitaba de ello. ¡Eureka! Pensó jubiloso Ned. Ahora sólo
restaba explotar esa ventaja.
Estaba
cansado, pero el inagotable odio y deseo que sentía por aquella mujer le dio
las fuerzas necesarias para abrir su ordenador, y empezar a cargar todos los
programas que tenía, mientras de un lugar escondido, sacaba otros dos
ordenadores portátiles, que igual encendió, y activó los avances de un proyecto
secreto en el cual había estado trabajando. Abrió todos los libros de
mecatrónica y manejo de sistemas en las fuentes solicitadas, y mientras leía la
información necesaria, su mente empezaba a maquinar las modificaciones
necesarias para que su proyecto tuviera éxito. Así se mantuvo en su proyecto
durante dos semanas, con pocas horas de sueño y poco alimento, ya que todo el
plan que estaba trazando lo absorbía completamente, aunque él poco a poco veía
los frutos de su trabajo. Compraba todos los libros que pudiera de teoría
cinematográfica, descomponía todos los aparatos electrónicos de la casa que
pudiera, sólo para que sus padres lo desecharan y así pudiera utilizar las
piezas necesarias, además descargaba las mejores películas que pudiera en la red;
aunque muchas veces se vio víctima de la fatiga, jamás se rindió, y tan fue
así, que el proyecto alcanzó tal tamaño que terminó trabajando con once
ordenadores al mismo tiempo, todos concentrando su información en un aparato
que había estado construyendo, una extraña y robótica conformación entre una
pantalla de plasma, unida a una especie de torre hecha de tubos metálicos, que
tenía adherida cuatro escáneres. La tarde en que terminó su gran proyecto,
poniéndole los ajustes finales, recibió la visita de una muy molesta Sharon, ya
que ella junto con el equipo, habían tenido que hacer todo el trabajo del
cortometraje. Ella llegó colocándole en sus manos un disco externo de color
azul:
–¡Es una rotunda porquería! Todos los planos están
chuecos, las actuaciones muy pobres, y los cambios de escenarios no tienen
sentido. Tuvimos que cambiar de extras en muchos casos, con eso te digo todo. ¿Por
qué demonios no nos ayudaste?
–Perdóname Sharon –dijo un más cansado que apenado Ned–.
Pero he tenido que encargarme de un asunto muy importante. No tengo excusa.
–¡No! ¡Claro que no lo tienes! Pero si crees que voy a
quedarme callada aquí sin enojarme, ¡pues te equivocas! Porque yo…yo… –tartamudeó
un poco al ver el aspecto cansado de Ned. Tal vez seguía molesta, pero se notaba
que su amigo de toda la vida no había dormido, mucho menos comido al ver que
había perdido peso. Suspiró tratándose de serenarse–. Mira…yo… ¡me importa una
mierda el proyecto!, ¿ok? Estaba preocupada. La última vez que te vi fue cuando
la tal Eliuth te dijo…
–¡Eso
ya pasó! –le interrumpió rápidamente–. Mira, ahora estoy muy cansado para
discutir, pero estoy bien, ¿vale? Yo revisaré lo que hicieron y lo editaré, no
te preocupes, ¿si?
Ella
no tuvo más opción que hacerle caso, y aún con dudas, se fue de su casa.
Después de una comida no tan ligera para recuperar fuerzas, un baño, un
descanso de once horas, y encargar una pizza porque aún seguía con hambre, se
dispuso a revisar lo que habían grabado: efectivamente, era una porquería, ni
cómo arreglar algo así. Fue en ese momento donde recordó su reciente creación,
y entonces, llevando la memoria externa a su sótano, que es donde había estado
trabajando incansablemente, observó que la carga estaba completa. Conectó la
memoria a una de las once computadoras conectadas a su máquina, puso los
archivos en el programa que inventó, encendió su aparato, y así, puso a
trabajar a su hacedor de películas…
–Excelente
proyecto, señor Ned –dijo el profesor Emiliano una vez terminada la revisión de
su corto al resto de la clase.
Hubo unos cuantos aplausos respetables, y Ned seguía
con su confiada sonrisa mirando a todos; las únicas que se mantenían dudosas de
si también recibir el crédito o no, eran las chicas en el equipo de Neddy, en
especial Sharon, porque lo que vieron hace unos instantes, no fue nada lo que
ella le había entregado al chico aquella tarde. La nitidez era increíble, no
excelente, pero si muy buena; las actuaciones fueron realizadas por otros
actores que no eran para nada los que se habían contratado para el proyecto;
las locaciones eran distintas, con cambios muy marcados; el sonido era fuerte y
claro en cada momento; las transiciones eran bastante peculiares, pero eran
bastante adecuadas; cada plano era pulcramente formalista, sin dejar de lado el
lenguaje semiótico propio de la teoría contemporánea sobre los simbolismos
manejados; en resumen, un gran trabajo. Tal fue la calidad del corto, que sólo
se vio superado por el trabajo de Eliuth, la cual, sin lugar a dudas, se vio
asombrada por algunas tomas que no se esperaba ver en otro corto que no fuera
el de ella; fue la primera en dar sus opiniones, mostrando un análisis objetivo
del filme, pero nada de lo que dijo fue inesperado para este Ned, quien seguía
con su sonrisa alegre.
La clase terminó, con el único anuncio de que estos
proyectos serían lanzados en una sala de cine auténtica, pero eso a Ned no le
importaba, ya que su plan apenas había iniciado.
Una vez que los cortometrajes estaban listos para ser
proyectados, hubo un ingreso de último minuto de un cortometraje de un autor
anónimo, aunque ya todos sabemos quién es, ¿no?
Los
cortometrajes se presentaron uno tras otro, dejando asombrado al público
entero; cuando llegó el momento del cortometraje de Ned, éste abandonó su
asiento, yéndose a otro lado, algo que sin dudas fue captado por dos chicas en
particular: Sharon y Eliuth. El último cortometraje de la noche fue el de la
pelirroja, quien hizo que todo el auditorio prorrumpiera en aplausos, pero
antes de que todos pudieran abandonar sus asientos, la pantalla del cine mostró
que estaba listo para mostrar un último cortometraje. Esto extrañó a los
presentes, en especial a Eliuth, ya que normalmente ella era la última de la
noche; sin embargo, decidió reposar un poco más en el asiento, y observar un
filme más.
El
cortometraje inició, y desde los primeros tres segundos, logró atrapar a todos
en el auditorio.
En
el minuto uno y dos, la gente se petrificó, se sacudió, y se enfrió. Eliuth
sólo permanecía atenta, muy interesada.
En
el minuto tres con cuarenta y siete segundos, el público general se rompió en
una carcajada general; la pelirroja no podía articular palabra alguna.
Lo
que restó hasta el minuto cuatro, y de éste al quinto y sexto, Eliuth, más allá
de lo que muchos pudieron haber imaginado, se mantenía inclinada hacia al
frente, temerosa de perder hasta el más mínimo detalle de lo que veía.
Del
minuto seis, hasta al ocho, con treinta y cuatro segundos, Eliuth se
estremeció, gritó en determinado momento, y después, soltó silenciosas lágrimas
por su rostro.
Hasta
el minuto nueve, y lo que restó del filme, Eliuth estaba anonadada.
¿Qué
demonios…es esto? Se
preguntaba Eliuth, ¿quién…? Y ese
asombro se transformó en curiosidad, lo que permitió que su cabeza se moviera
hasta el asiento vacío de Ned. Éste último, se mantenía en una zona escondida,
donde podía observar perfectamente las reacciones del público, en especial…las
de ella. Las trompetas de victoria clamaban su canción dentro de la mente del
joven, hasta el punto de sentir un insano placer al ver los estremecimientos de
la rica pelirroja que nunca fracasaba, ante su creación.
Justo
cuando estaba por abandonar ese recinto, al voltear vio que una enorme sombra
le impedía salir de la habitación; esta sombra lo embistió y lo puso contra la
pared, inmovilizándolo a tal punto que sólo podía ver la mirada de su atacante:
Eliuth. Sus ojos grises, profundos, lo miraban con una furiosa pasión, con un
odio frenético, una mirada capaz de doblegar al más valiente, y es así como Ned
se sentía, queriendo tirarse a los pies de esa diosa de rencor y lamer sus
botas suplicando un perdón. Finalmente, ella, sólo le susurró estas palabras:
–Ahora debo irme a impartir mis clases de Yoga, pero
mañana exactamente a las cuatro pm tengo un espacio de una hora para conversar;
quiero que vayas a mi casa a esa hora, ¿comprendes?
–S-si.
–Bien…y
felicidades: tu cortometraje de autor anónimo fue el ganador.
La
familia flores tenía una hermosa e inmensa mansión en el centro de la ciudad,
la cual poseía un enorme y extenso jardín, con un gran estanque; en ese lugar,
en una de las tantas mesas con sombrilla, se encontraba Eliuth fumando uno de
sus largos cigarrillos mentolados de marca exclusiva, mientras curioseaba una
USB que le entregó Ned, al otro lado de la mesa:
–Entonces, ¿el programa sólo funciona cuando está
conectado al servidor?
–Exacto –dijo nerviosamente Ned, cautivado por la
sensual imagen de Eliuth fumando–. Construí el HDP de tal forma que la carga
del programa se distribuya en los diferentes sistemas operativos que alimentan
el servidor principal, para que así, el programa no sea lento, y sea rápido en
su trabajo.
–¿HDP? –inquirió la chica.
–Si…son las siglas de hacedor de películas…
–Interesante… –dijo inhalando una calada más al
cigarrillo y expulsando el humo al aire–. Y este servidor central, diseña todo,
desde las locaciones, hasta los mismos personajes, ya sean humanos o animados,
¿no es así?
–Si, funciona con una pantalla de plasma, y cuatro
escáneres; los escáneres se encargan de procesar las imágenes necesarias para
mi película: lugares, actores, utilería, vestuario, y demás. Luego, los
diferentes ordenadores se especializan en darle solidez, volumen, estructura,
dinámica, movilidad y apariencia a cada objeto escaneado, con un algoritmo
básico de los videojuegos de roles, alimentado con la consistencia de efectos
de diferentes programas de edición. Si
quiero hacer parecer que Godzilla destruye la torre Eiffel, puedo hacerlo.
–¿Y lo haces parecer real?
–Eso depende cómo esté calibrado el programa, ya que
alimenté todos los algoritmos básicos del HDP con toda la información que pude
encontrar de teoría cinematográfica. Con todo eso, con las opciones que me
maneja, puedo decidir si hago una película formalista del día de muertos con
enfoque contemporáneo haciendo uso de flashbacks y flashforwards, o una
película realista de los antiguos mayas jugando con diferentes enfoques del
espacio.
–¿Esa máquina tuya te da opciones de todo? ¿Planos?
¿Tomas?
–Sip,
con el HDP, tu elijes qué película hacer mejor, y si no gusta, la puedes
repetir, sólo tienes que darle la información necesaria, lo cual es muy
sencillo. Lo que te puede llevar tres meses de edición, lo puedes hacer en una
tarde.
Eliuth
estaba sorprendida, por no decir incrédula al ver la USB en sus manos. El poder
de crear películas.
–Creo…que Sergei Eisenstein ha de estar retorciéndose
en su tumba. Sin mencionar a muchos otros, claro –miró al chico–. Muchos
pagarían millones por este invento.
–Pero
igual muchos lo odiarían…a los que les gusta el cine me refiero –dijo
seriamente–. Aunque eso si, habría menos problemas de neurosis y presupuesto en
cuanto a montaje.
Volvieron
a quedarse en silencio, y Ned, más allá de ver su creación en manos de alguien
más, él sólo podía imaginarse siendo el esclavo sexual de tan beatificada diosa
de la inteligencia; la erección que le provocó ese pensamiento casi rompe el
zíper de su pantalón:
–Pero
aunque la máquina me dio los medios, no fue sencillo –dijo finalmente–. No me
gusta el cine, sólo hice lo que cualquier libro de texto sobre arte del cine
diría; lo traduje en comandos virtuales y la HDP hizo todo el trabajo.
Ella
se terminó su cigarrillo, y miró fijamente a Ned provocándole un nerviosismo
más marcado; ella dejó la USB en la mesa:
–Si
te diera un guión, ¿podrías hacerme esa película? –le preguntó simplemente.
Ned
se quedó sin habla prácticamente, por lo que preguntó lo que quería. Había
escuchado bien, y más allá de lo que significaran esas simples palabras juntas,
Ned comprendió algo importante: Eliuth, la hermosa, impecable, indomable,
millonaria e invencible mujer que todo lo podía, le estaba pidiendo algo a Ned;
algo inconcebible…bueno, ni tanto si agregamos el hecho de que él es el chico
que creó una máquina que prácticamente puede crear la película que quieras. Al
ver cómo éste no hablaba, ella replicó:
–Querías vencerme, ¿no? Bien, lo conseguiste. Te estoy
pidiendo tu ayuda –dijo Eliuth tratando de mantener en alto su orgullo. Ned
continuó en silencio–. No voy a suplicarte.
–Pero…es que…
–¿Qué más quieres que te diga? Me siento asombrada,
incluso humillada por lo que hiciste, tú, un chico de clase baja…
–En realidad, soy clase media…
–¡Como sea! ¿No te das cuenta de lo que hiciste? Con
esto, si se usa correctamente, puede cambiar al mundo, revolucionar toda la
industria de hacer películas…
–Eso no es exactamente lo que quise…
–¿Qué
quieres a cambio?, ¿Dinero? Pon la cifra, ¡te daré lo que sea necesario!
Esa
última frase se quedó en la mente de nuestro chico Ned, y no pudo evitar un
poderoso torrente de imágenes salidos directamente de todos los sueños húmedos
donde él y ella protagonizaban en los actos más calientes y mórbidos que el
pequeño inventor pudo llegar a soñar; se hizo el silencio entre ellos, y él,
dejando prejuicios y consecuencias, habló:
–Pues…si
es tan importante para ti… –dijo reflexionando sobre lo del guión–. Pero si
vamos a hacer esto, un guión no me sirve; veme diciendo exactamente lo que
quieres, y yo haré que la máquina lo haga.
Eliuth
sonrió, y a Ned le parecía más hermosa que nunca.
“Creo que no asistiré a
mis próximas clases”, fue todo lo que dijo.
Un
teléfono de una casa en la zona rural de la ciudad empezó a sonar apenas
entrada la media noche. Una débil y cansada mano tomó el aparato, y lo
descolgó, llevándolo al rostro de una somnolienta Sharon. Gruñó preguntando
quién era, pero en cuanto lo supo, sus facciones se desperezaron al instante,
incorporándose en la cama con renovadas fuerzas:
–¿Neddy? ¡¿Dónde demonios estás?! ¡No me digas que
estás con la señorita perfección ahora mismo! –dijo entre preocupada y furiosa,
mostrando su ahora nuevo desprecio por la pelirroja. Hubo silencio en la otra
línea–. ¡Bueno! Di algo, dime cómo estás, o dónde estás al menos.
–Estoy bien Sharon, estoy en Grecia y…
–¡¿En
Grecia?! ¿Y cómo demonios llegaste ahí? No, espera, olvidé con quién estabas.
¿Pero por qué ahí? ¿Qué no sabes que…
Las
palabras salidas de los labios de Sharon iban y venían dentro de la mente de Ned;
le costaba escuchar o prestar atención en las condiciones tan delicadas en las
que estaba. Interrumpió a Sharon, tartamudeando ferozmente:
–Sharon,
regresaré en dos días, ¿podemos vernos?
Ese
comentario la sorprendió, ¿por qué querría hablar con ella ahora que tenía todo
lo que quería? Que era a Eliuth; ante tales palabras no supo hacer otra cosa
más que preguntar:
–Oye, Neddy, sé que a éstas alturas parece algo
extraño, ¿pero todo bien?
–…Las cosas…las cosas con Eliuth no van bien.
¿Entonces…podemos vernos?
–Seguro Neddy, claro, ¿pero en dónde?
–Te
informo cuando llegue; adiós…te quiero.
Y
colgó.
Ned metió las manos en su sudadera, tocando suavemente
el boleto del último viaje de vuelta a su ciudad natal; se encaminó por las
calles a su alrededor, extrañas para él a esas alturas, yendo al aeropuerto más
cercano, con la única preocupación de si había tomado la decisión correcta. Al
cruzar un puente y detenerse en el medio, sacó una memoria USB de sus
pantalones, y la miró atentamente: todo
fue por ti, susurró al aire refiriéndose a su creación, al invento que le
había permitido cumplir su sueño más anhelado…pero él supuso que el paraíso no
es como te lo pintan en el catecismo.
Los últimos meses que pasó junto a Eliuth fueron
inolvidables, ya que no sólo pudo viajar hacia muchas partes con su amor
platónico, sino que pudo vivir una relación más íntima con ella; al principio
eran miradas discretas, luego eran leves caricias, hasta que finalmente el
joven, viéndose sucumbido por la constante seducción de su ama y señora, no
tuvo más remedio que caer rendido a sus mandatos, sólo para consumar todas esas
fantasías silenciosas que se había imaginado, con una mano e imaginación,
dentro de una habitación solitaria. Ella nunca le habló de amor, pero eso al
principio a Ned no le importaba, hasta que la misma presión que sintió en aquel
día mirándose al espejo se manifestó de una manera más compleja. Él supo la
verdad.
Apretó con una moderada rabia la USB, y miró más allá
del puente, hacia el río que se extendía hasta donde alcanzaba la mirada; ella
sólo lo quería por su invención. El malestar dentro del alma de Ned, no fue por
el hecho de saber que lo que vivían en esos instantes, no era amor…sino de
saber que nunca fue amor. Incluso la chica de sus eternos pensares ya no es la
misma de antaño: antes era la señorita perfección, pero ahora, con la ventajas
de su invento, ella ha descuidado mucho sus responsabilidades laborales; ahora,
con aparte de sus juegos íntimos, no hace otra cosa que ir a fiestas, bares,
restaurantes, mientras Ned hace todo el trabajo indicado por ella. Miró la
memoria en su mano y reflexionó, ¿qué
pasaría si el mundo conociera mi invento? Se preguntó curioso, ¿acaso la
gente se acostumbraría al confort que ofrece su aparato?, no lo sabe, pero si
alguien como su amada puede caer en el libertinaje sin sentido, entonces…
Con un lento ademán tiró la USB al río, y caminó otra
vez hasta cruzar el puente que tenía delante. Eliuth salió temprano ese día
para mostrar ya la “película” terminada a unos amigos suyos, cabezas
importantes de la industria del cine, sin embargo, se encontrará con la
sorpresa de que el archivo no se reproduce ni puede salvarse, además de que al
revisarlo hallará un mensaje oculto, con la letras digitales que conforman la
palabra “adiós”. Es mejor así; que ella vuelva a ser quién era antes. Sabe que
ella lo odiará, pero eso ya le da lo mismo, porque fueron sus acciones la que
la atrajo, la que llamó su atención…no él mismo. Debía apurarse para volver; a
veces es mejor la compañía de un solitario espejo en la obscuridad, ya que será
el único rostro que te reconocerá por quién eres.
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