martes, 6 de octubre de 2015

Otro gran poema.

ANOCHECER.
Canto a la hermosura del silencio.

“Agradezco mi inspiración al ladrón de los sueños”.
¡Ah, la indecisión de mi hora más obscura!

Maximilian de Zalce y Luisa Medina.

¡Miren! La primera estrella…
¿Me dejas ya, sombra mía?
¡Ve, pues! Pero nos vemos mañana,
Que aún tengo tu último ataque quemando mi armadura.

¡Qué cosa tan rara!
Pasadas noches se derraman por mis mejillas,
¡frío que hace!,
y mi piel grita;
en mi mente, deseos…
de venganza y desdicha…
¡No! Ahora te miro,
Lo sabía, y te sé con burla,
¡Pinche ladrón de los sueños!
“Minador de luz”, “captador de verdades”;
Gordo inútil,
¡Vete a comer a otro lado!
Y deja de abanicar mi rostro,
Que tengo visitas más urgentes.

¿Qué tal, silencio, viejo amigo?
Veo que traes a tu orquesta:
Las caras misteriosas
que se forman en las ramas de los árboles.
¿Estas lágrimas? ¡Ja!
¡Bien lo sabes!
No es fácil seguir tu son,
¿qué quieres?
¡No sé bailar! ¡Ni ritmo tengo!
Pero siempre sé escuchar.

Así que abres tus penumbras,
y me muestras ventanas abiertas…
que rasgan mi alma con
besos delicados
como fina luz de estrella.
¡Ay!
Esta si que es una melodía distinta…

¡Ah, si, si! Esta parte es magnífica;
Hermosas cuerdas,
de caminos concluidos y viajes venideros;
¡Oh! Metales y percusiones,
palabras y encuentros,
anhelos y terrores,
umbrales y mariposas,
lluvias marchitas y flores aisladas.

¿Qué hay del crescendo?
¿Enamorados?
¿Vida y existir?
¿Decisiones?
Ah, sólo verdades, verdades, y verdades,
En los momentos que se extienden
por la eternidad.
Vaya, silencio mío…
ha sido una dulce velada.

¿Preguntas por estas lágrimas?
No es nada:
caminos concluyen y otros inician,
vidas perecen, pero la muerte sonríe acogedora.
Tus cantos me muestran tu hermosura,
tu encanto,
tu peculiar humor de hacerme buscar mi rostro…
y encontrarlo.

¡Ay, la última estrella!
El amanecer llega;
¡Anhelaré en la tarde tu llegada!
¡Adiós, silencio…!
¿Cómo dices? ¿No te irás?
¡Cómo pasa el tiempo!
Mi alma ha crecido con tus cantos;
Me has mostrado mis verdades,
¡han quemado, no te creas!

Pero ahora,
En mis recuerdos de juego y risa,
veo en las tardes una verdad íntima;
El silencio,
como la eternidad,
es mía,
sólo si comprendo,
que a una noche obscura,
le sigue un nuevo día.

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