ANOCHECER.
Canto a la
hermosura del silencio.
“Agradezco mi inspiración al ladrón de los sueños”.
¡Ah, la indecisión de mi hora más obscura!
Maximilian de
Zalce y Luisa Medina.
¡Miren!
La primera estrella…
¿Me
dejas ya, sombra mía?
¡Ve,
pues! Pero nos vemos mañana,
Que aún
tengo tu último ataque quemando mi armadura.
¡Qué
cosa tan rara!
Pasadas
noches se derraman por mis mejillas,
¡frío
que hace!,
y mi
piel grita;
en mi
mente, deseos…
de venganza
y desdicha…
¡No!
Ahora te miro,
Lo sabía,
y te sé con burla,
¡Pinche
ladrón de los sueños!
“Minador
de luz”, “captador de verdades”;
Gordo
inútil,
¡Vete a
comer a otro lado!
Y deja
de abanicar mi rostro,
Que
tengo visitas más urgentes.
¿Qué
tal, silencio, viejo amigo?
Veo que
traes a tu orquesta:
Las
caras misteriosas
que se
forman en las ramas de los árboles.
¿Estas
lágrimas? ¡Ja!
¡Bien
lo sabes!
No es
fácil seguir tu son,
¿qué
quieres?
¡No sé
bailar! ¡Ni ritmo tengo!
Pero
siempre sé escuchar.
Así que
abres tus penumbras,
y me
muestras ventanas abiertas…
que
rasgan mi alma con
besos
delicados
como
fina luz de estrella.
¡Ay!
Esta si
que es una melodía distinta…
¡Ah,
si, si! Esta parte es magnífica;
Hermosas
cuerdas,
de
caminos concluidos y viajes venideros;
¡Oh!
Metales y percusiones,
palabras
y encuentros,
anhelos
y terrores,
umbrales
y mariposas,
lluvias
marchitas y flores aisladas.
¿Qué
hay del crescendo?
¿Enamorados?
¿Vida y
existir?
¿Decisiones?
Ah,
sólo verdades, verdades, y verdades,
En los
momentos que se extienden
por la
eternidad.
Vaya,
silencio mío…
ha sido
una dulce velada.
¿Preguntas
por estas lágrimas?
No es
nada:
caminos
concluyen y otros inician,
vidas
perecen, pero la muerte sonríe acogedora.
Tus
cantos me muestran tu hermosura,
tu
encanto,
tu
peculiar humor de hacerme buscar mi rostro…
y encontrarlo.
¡Ay, la
última estrella!
El
amanecer llega;
¡Anhelaré
en la tarde tu llegada!
¡Adiós,
silencio…!
¿Cómo
dices? ¿No te irás?
¡Cómo
pasa el tiempo!
Mi alma
ha crecido con tus cantos;
Me has
mostrado mis verdades,
¡han quemado,
no te creas!
Pero
ahora,
En mis
recuerdos de juego y risa,
veo en
las tardes una verdad íntima;
El
silencio,
como la
eternidad,
es mía,
sólo si
comprendo,
que a
una noche obscura,
le
sigue un nuevo día.
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