CONOCIMIENTO.
El
escribir de Sócrates.
Aquel filósofo
Sócrates fue singular por el hecho de no dejar ningún escrito redactado por él,
saliendo exquisitamente del problema formalista de plasmar con letras,
palabras, oraciones, y párrafos enteros, todo el infinito de preguntas que
guardaba en su constante pensar ante la vida. Dudo seriamente que no le haya
pasado por la cabeza el querer escribir algo, y cuando me lo cuestiono, me
pongo a pensar seriamente en el estilo único que hubiera empleado este
preguntón de la época Griega; izando mi bandera de ignorancia, puedo decir que no
sé realmente si no escribió nada, porque tal vez si escribió algo, y no lo dio
a conocer, pero de ser así, ¿cómo hubiera influencia a la literatura de todos
los tiempos, el querer plasmar todo ese fructífero y constante conocer?,
¿además de aportar, habría cambiado en algo la forma en como vemos al mundo hoy
en día? Sinceramente no lo sé, me atrevo a pensar que es posible, aunque no sé
exactamente qué. Sea como sea, el habrá tenido sus razones para no escribir, o
más bien no dar a conocer sus escritos, si es que creó alguno. Después de
aquella época, donde ese preguntón de nombre Sócrates, andando por la vida de
allá para acá, despertando con el “conócete a ti mismo”, y yéndose a dormir con
el “sólo sé que no sé nada”, ahora llego yo, portador de la bandera de la
ignorancia, lo que me permite ser soñador, observador y pensador, dándome la
libertad de que en este pequeño ensayo pueda compartir los pensares en el
silencio de mi vida y mi muerte.
Cuando uno habla
de sí mismo, le es permitido explorar muchos temas diferentes, por lo que en
este momento, me permitiré compartirles algunas de mis ideas; tal vez a algunos
les parezca inútil, hasta me atrevería decir estúpido, el que quiera expresarme
como si me dirigiera a un auditorio, o a alguien en particular. Si partimos de
ese principio, honestamente yo no escribo para dar una imagen de mí mismo,
escribo para crear historias, y estas van dirigidas al mundo, a la humanidad, o
simplemente a una pared vacía; pero principalmente, van dirigidas a mí, pasan
por mí, lo cual me transforma, y me permite seguir creando. En cada escrito que
hago, pongo de mí, invariablemente, y aquellos otros que me mandan a hacer,
pues tengo especial cuidado por el tema a tratar, pero de igual forma, pongo lo
que más pueda de mí, haciendo mío el escrito que hago. Escribo para mí, pero
decido compartirlo con quien lo desee, y también decido mostrarlo por voluntad
propia; esto sigue el principio como el que tengo para el día de mi muerte: que quien me recuerde, me recuerde como
quiera recordarme, y si es que desea recordarme en primer lugar. Yo no
obligo a nadie, pero en fin, aclarado esto, continuamos.
En aquellos
instantes cuando daba un paseo casual por la calle, decidí tener mi juego
favorito para mis paseos de observación, y este juego se llamaba “retrato de la
humanidad”, el cual consistía en sentirte ajeno a la humanidad como si vieras
un enorme retrato frente a ti; uno sabe que jamás puede ser ajeno a la
humanidad, por el simple hecho de ser humano, pero es muy divertido porque
puedes por unos segundos sentirte otra persona, y ver todo con un enfoque
distinto. Si algo tuvo el ser humano desde el inicio de los tiempos, es el don
de la interpretación, la libertad de ver las cosas en millones de posibilidades
distintas; así yo lo hice, que recordando e imaginando una escena narrada a mí,
acerca de un demente que se excitaba con la sangre de los cuellos degollados,
decidí portar un silencioso aire asesino, olisqueando a todos los seres a mi
alrededor en espera por mi próxima víctima.
El juego se puso
interesante porque me permitía poner especial atención a cuellos de todos los
tipos, imaginando sensuales cortes sobre la piel, lo que a su vez me hizo
sentir una punzante sensación sobre el propio, algo así como náuseas de
emoción, un ligero escalofrío que ponía tu cuello tembloroso, un miedo y
aberración terrible a que esa parte sea dañada, pero al mismo tiempo una ansia
insoportable de que finalizara la incertidumbre.
Sé que tal vez
hice, y hago, un énfasis algo exagerado a ello, pero cuando imagino un cuello
cortado, invariablemente tengo la sensación, parte en miedo de que le suceda
algo así al mío, pero también una fascinación por ver cómo la sangre corre,
aunque quizá no sea fascinación, sino morbosidad, lo cual es diferente a una
simple curiosidad. El punto es, que esa sensación se concentra en mi cuello, y
me hace sentir incómodo…pero extrañamente atento.
Al deleitarme con
morbosa cortesía como los ojos penetrantes de mi mirada fija, incomodaba a
aquellos que observaba directamente al rostro, seguía pensando en la sensación
del cuello, y me preguntaba cómo en ratos se manifestaba y en otras no; ¿será
la relación que tengo ante un tipo de escena así? Invariablemente, supongo yo,
pero igual puede deberse a un miedo consciente por el desgarramiento, por el
sadismo y la violencia; me asombra el hecho de cómo muchas personas se fascinan
ante este tipo de escenas, y no necesariamente están locas, porque en realidad,
¿qué es la locura? Todos tenemos un grado de locura, en mayor o menos medida, y
no es un monstruo asechando en nuestro inconsciente, sino una parte de nosotros
mismos. Todo eso estaba pensando hasta que me desconcentré, como siempre lo
hago, pasando a crear dentro de mi pensamiento escenas de historias futuras,
haciendo alusión a momentos de películas y cómics que ya había visto antes; sin
embargo, nunca dejé de mirar a las personas, y al hacerlo, me hice una
pregunta: ¿qué ve la gente en mi mirada?
Últimamente he
sentido que algunos no han podido sostenerme la mirada, incluso he llegado a
percibir incomodidad, repulsión, y evasión; ese sentimiento es correspondido
porque en ocasiones, en algunas personas, me cuesta mantenerles la mirada, no
porque no pueda, sino porque…me fastidia, siento una especie de barrera en su
mirada; no es todo el tiempo, pero se presenta en veces, ¿seré yo, o es ya la
humanidad incapaz de tener un contacto tan natural como la mirada? Si es la
segunda, entonces es muy triste. ¿Por qué la necesidad de ponerse máscaras?
Esa última pregunta
me acompañó durante un rato más durante mi recorrido, y me puse a analizar qué
es una máscara, cómo funcionan, y porqué se usan; si partimos de la premisa de
que el bien y el mal no existen, sino que sólo aparecen dentro del lenguaje
humano no más allá que simple conceptos para determinar una acción específica, podremos
deducir que la máscara es la imagen externo-irreal sintetizada y “estetizada”,
por el individuo que la porta; bajo aspectos del cotidiano social, funciona
como una barrera de protección, retórica, y convencimiento del prójimo, dando
en consecuencia un acercamiento con otros seres vivos; y las usamos por
diversas razones, y he aquí la diferencia entre las máscaras conscientes, y las
máscaras inconscientes.
Las últimas son
usadas por diversas razones, y uno de los más comunes es el miedo, la sensación
de sentirnos limitados ante diversas situaciones, y tomamos las máscaras
inconscientes para tomar una fuerza falsa; el factor característico de éstas,
es que se confunden con la piel del rostro, es decir, que no sentimos,
percibimos, ni sabemos que la traemos puesta, si es el caso de que sea una,
porque hay quienes llevan montones de máscaras en el rostro para ocultar
aspectos de él. La consecuencia de esto radica que entre más máscaras lleves, y
no aceptes que son máscaras, menos contacto tienes contigo mismo, y eso provoca
que vayas perdiendo poco a poco una identidad real, y sin una identidad real,
la posibilidad de creación imaginativa en tu interior se ve limitada, por lo
que tu interior se va reduciendo hasta ser un vacío, y tu cuerpo, un cascarón
inerte.
Las máscaras
conscientes igual son usadas por múltiples razones, pero éstas llevan la
peculiaridad de que son usadas por una decisión interno-consciente del
individuo. Si algo disfruta la suciedad de este tiempo, porque si, ya es una
“suciedad”, ni siquiera una sociedad, es la actividad hueca de poner máscaras a
la gente; en mi particular caso, me han puesto muchas, como la de “inocente”,
“raro”, “estúpido”, “solitario”, “enojado”, entre otras, y todas ellas me las
he probado…pero ninguna me dejó respirar a mi aire, y las mandé todas a la
mierda. Creo que por eso soy más callado y observador que nada. No justifico
las máscaras, y mientras las conscientes las uses en contadas ocasiones, en
momentos muy cotidianos, y te sientas en paz contigo mismo, sin mentirte,
comprendiendo que no es tu rostro, sino una máscara, pues no ocurre nada, pero
el peligro de una máscara siempre existe, y por eso hay que tener cuidado con
su uso. Todos usamos máscaras, ya sea consciente o inconscientemente, y quien
diga que no, está mintiendo por obvias razones. Las máscaras son un atentado
contra uno mismo, por eso, su uso, debe ser rigurosamente y pensadamente
limitado, porque de otra forma, ¿verás en el espejo tu rostro, o una máscara
más? Una máscara es un seguro, un impedimento, que no permite que el interior
se expanda, porque si éste se expande, el entorno igualmente se expande, ya que
todo proviene de uno mismo.
El ser humano es
un creador por naturaleza. Un actor, sobre el escenario, que ya ha construido
un personaje, le es permitido en su mortal condición, entrar en un espacio de
vida encarnada y latente; el hecho de que la actuación, la interpretación de un
personaje, sea una actividad holística y pensada, no quita el hecho de que por
unos segundos, el mismo espacio ocupado por el actor, sea ocupado por un ente
pensante, dotado de una realidad tangible y palpable. La actuación es la habilidad
de algunos seres humanos para traducir el mundo interno en realidad fructífera,
y como el ser humano se asemeja al universo mismo en el que estamos, ya que
ambos atraviesan por cambios y umbrales, ¿es atinado pensar que como el actor
da vida a su personaje, realmente permite la manifestación vivida de un ser
distinto al actor, dentro de esta realidad?, ¿posible o imposible?, ¿funcional
o disfuncional?, ¿verdad o mentira?, ¿bien o mal? No nos limitemos: es una
posibilidad, ¿y una posibilidad es real o irreal? He ahí la cuestión.
Si el ser humano
utiliza las diferentes artes para crear vida, ya sea con una historia, tomando
una fotografía, tocando una canción, y demás, es increíble pensar en todas las
posibilidades en las que se puede fragmentar un ínfimo momento de la creación,
ya sea por el simple hecho de haberlo pensado, como el preguntarse, ¿qué
pasaría si mi historia hubiera acabado de otra forma?, ¿y si hubiera pintado el
día y no la noche?, ¿si hubiera fotografiado a él y no a ella? Pensarlo nos
hace comprender que si ya las historias, fotografías, y pinturas, sus contenidos,
están vivos en alguna parte de la existencia, como posibilidad viva y latente,
y cada una de ellas se fragmenta a su vez en todas las posibilidades que pueda
imaginar la mente humana, podemos concluir que la existencia nunca deja de
formarse, de crecer y crearse. Así el conocimiento, tal como lo dijo Sócrates.
Por eso no me gusta limitarme en el bien y el mal. Yo siento un caos que forma
la existencia, y vivimos en él por el simple hecho de que todos los seres somos
decisiones que chocan constantemente entre sí, tanto las propias como contra
las demás; el caos se complementa con el equilibrio, el cual yo veo como la
decisión tomada y aplicada. Caos y equilibrio, la constante rueda de la
existencia, el ser humano tomando elecciones constantemente, porque eso somos a
final de cuentas: elecciones, algunas dejadas y otras tomadas; el ser es
energía en constante movimiento, nunca se detiene, ni en sus momentos de mayor
reflexión o tranquilidad; estamos en el caos de las elecciones, y finalmente
tomamos una para alcanzar el equilibrio de la acción, para luego volver a
elegir. Así, como el conocimiento, el ser, nunca deja de aprender, crecer, y
sobre todo, existir.
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